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CinemaScope

'Bajocero': Entre la justicia y la injusticia

Un rotundo thriller que explora con acierto las escasas opciones que le permite una historia con poco margen para la sorpresa

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Dos agentes de la Policía Nacional reciben la orden de llevar a cabo el traslado de un grupo de presos de un penal a otro en mitad de una noche invernal. A mitad de camino, por una solitaria carretera de provincias, sufren un asalto que obliga a uno de los agentes a encerrarse en el furgón para poner a salvo sus vidas. Y, como diría Mayra Gómez Kemp, “hasta ahí puedo leer”. De hecho, es muy complicado afrontar una aproximación crítica sobre una película como Bajocero sin desvelar algunas de las claves argumentales de este meritorio thriller, puesto que uno de los aspectos fundamentales de su relato sobresalen en la recta final del filme. Me comprometo a no hacerlo. 

Segundo largometraje del barcelonés Lluis Quílez, aunque el primero rodado en España tras su breve paso por Hollywood, donde asumió el encargo de Out of the dark, lo mejor de Bajocero es su capacidad para abordar una historia con escaso margen para la sorpresa, pero a la que su autor ha sabido arropar con atributos y alicientes con los que reivindicar cierta dosis de originalidad y emoción, tanto por la situación a la que arrastra a sus protagonistas, como por el polémico trasfondo al que empuja al propio espectador bajo la influencia de una serie de casos reales cuyo recuerdo surge de forma inevitable en el culmen de la historia.

Es cierto que Quílez pretende asentar su relato sobre el inestable terreno de lo inverosímil, y que no deja de pisar arenas movedizas a medida que avanza en la trama, pero recuerden lo que decía Hitchcock sobre este tipo de cuestiones: no hay situaciones inverosímiles, sino espectadores sin imaginación -él fue capaz de rodar una película sobre una serie de personajes atrapados en un bote salvavidas y Quílez los sitúa dentro de un furgón-. En este sentido, su intención, la del asalto al citado vehículo, no tiene nada que ver con operaciones de rescate tipo Misión imposible, sino que le sirve de coartada para abordar el retrato de una serie de personajes al margen de la ley, y por ello mismo, ajusticiados y condenados, enfrentados al único defensor de la ley en ese mismo espacio cerrado -un agente de policía encarnado de forma tan calculada como es habitual en Javier Gutiérrez-, pero sin tener en cuenta que lo que de verdad hay en entredicho en su angustiosa situación de encierro, lo que se cierne sobre ellos es la sombra de una injusticia y nuestra capacidad para reconocerla, admitirla y decidir cuál ha de ser nuestra respuesta. 

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