Belén Gómez tiene 39 años y desde hace 11 vive recluida en su casa “como una cucaracha arrinconada” después de que su hipersensibilidad a los campos electromagnéticos diagnosticada desde 2007 tras pasar por un “rosario de médicos” le haya “triturado la vida” convirtiéndosela en un infierno. Ella misma narró sin poder contener las lágrimas el calvario que vive desde que en 2002 se instaló una antena de telefonía móvil en la avenida San Juan Bosco, muy cerca de la casa en la que todavía hoy vive con sus padres.
Desde entonces esta joven jerezana ha entrado en una espiral que con el paso del tiempo ha ido a más, al multiplicarse en paralelo la instalación de antenas, y que ha ido mermando sus capacidades cotidianas hasta el extremo de que en la actualidad no puede trabajar. Como explicó, no percibe ningún tipo de baja, y sufre fuertes brotes en los que hay días en los que sus padres le tienen que dar de comer porque su cuerpo no le responde.
“Todo empezó con dolores de cabeza y fuertes náuseas”, relata, sin que en aquel entonces sospechara ni por asomo todo lo que le quedaba por pasar. “Al principio lo iba tolerando, continúa narrando- pero poco a poco vi que no eran sólo dolores de cabeza sino una debilidad física extraña, dolores de cabeza, de ovarios, descoordinación mental... Mi vida se ha convertido en un infierno porque no puedo salir de casa ni estar en ningún ambiente laboral y estoy muy preocupada por mi salud porque esto es degenerativo y veo que cada vez voy a peor”.
Y es que mientras el boom de los campos electromagnéticos se hace cada día más fuerte y los espacios Wifi son más generosos, Belén lucha cada minuto de su vida por evadirlos en una batalla en la que reconoce que, exceptuando la federación vecinal Solidaridad, que le ha brindado su apoyo, tiene pocos aliados porque hay muchos intereses de por medio. “No puedo estar en un edificio o entorno donde perciba las ondas, y prácticamente ni puedo ir por la calle, que está llena de wifis.
Por ello, ha hecho un llamamiento a las administraciones para que velen por la salud de sus ciudadanos. “Si de verdad quieren a sus ciudadanos (por los ayuntamientos y los distintos gobiernos) que lean los informes de científicos honrados y valientes sobre las antenas de telefonía móvil, que los hay, y tomen medidas”.
Pese a todos los inconvenientes y que esta dolencia le mantiene apartada y con una vida social atípica ya que ella misma reconoce que ha sido objeto de “humillaciones” por el síndrome de sensibilidad que ha desarrollado, Belén no es partidaria de dar la espalda a las nuevas tecnologías sino de optar por otras vías menos perjudiciales y que tienen el mismo efecto, esto es, internet por cable en vez de wifi o teléfonos que no sean inalámbricos. “Yo tengo internet en casa, pero por cable fijo. La mitad de la gente se ríe. Estoy sometida a una humillación psicológica. Muchas veces me preguntan, ¿todavía estás con eso?.
En su círculo de amigo, aunque tiene sus incondicionales, también reconoce que no es fácil. “Hay conflictos porque algunos no se lo terminan de creer, tengo que estar continuamente justificándome y si voy a alguna casa tengo que estar pendiente de que el wifi no esté conectado al igual que los teléfonos portátiles”.
Ella ha probado con todos los tratamientos, pero al haber muy pocos casos diagnosticados, -aunque le consta que en Jerez hay más como el suyo, entre ellos el de un menor- cualquier intento se queda en una fase experimental, de ahí su inquietud ya que ve que cada día va a peor al igual que su impotencia ante el “vacío legal” que hay en un asunto en el que hay demasiados intereses en juego.
Lo peor de todo, como expone, es que si bien su enfermedad es “nueva”, a juzgar por los informes científicos que baraja, los efectos nocivos de las ondas de las antenas de telefonía pueden tener otras connotaciones mucho más dramáticas que se manifiestan con patologías “más silenciosas” en la que los afectados “no sienten nada”. “El wifi es un cáncer a domicilio, y la gente está cayendo como chinches de cáncer terminal”, sostiene.
En el seno de Solidaridad, que desde hace años abandera la lucha vecinal contra la instalación de antenas, tienen constancia de que si bien por ley en la población sólo debería haber unas 140 instaladas, en la práctica hay muchísimas, y “camufladas”, como lamenta Paco Gil, de la federación; de hecho, como dijo, la última que han detectado y denunciado está cerca de una guardería.
Además, según los escritos que tiene en posesión esta federación, en la actualidad la potencia en la que se emiten las ondas es de 4.500 microbatios por centímetro cuadrado, mientras el Parlamento Europeo ha establecido el último parámetro a seguir en 0,1 microbatios por centímetro cuadrado en la vía pública, y la mitad en vivienda. Ante esta realidad, Solidaridad ya ha pedido ayuda al Ministerio de Medio Ambiente, los distintos partidos políticos y el Defensor del Pueblo Europeo, aunque hasta ahora sus intentos han sido en vano.
¿Qué les queda? Seguir luchando y sacando a la luz casos como el de esta chica.