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El jardín de Bomarzo

Esto también pasará

En psicología, el término mantra se usa para significar una repetición neurótica a fin de reforzar un pensamiento

Publicado: 18/12/2020 ·
11:07
· Actualizado: 18/12/2020 · 11:07
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Bomarzo

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"Eres responsable por los pensamientos que albergas en tu mente en cada momento. Tienes la capacidad de pensar lo que desees. Así que inclusive todas tus actitudes y comportamientos negativos y autodestructivos se han originado en la manera que has elegido de pensar". Wayne Dier.

En psicología, el término mantra se usa para significar una repetición neurótica a fin de reforzar un pensamiento y se podría traducir literalmente como instrumento mental mediante el cual se trabaja la mente para lograr diferentes objetivos. Mantras hay muchos, de hecho son conocidos sobre todo aquellos para alcanzar el éxito o de auto-ayuda del tipo "Rodéate solo de personas que van a levantarte a lo más alto""El éxito está conectado con la acción. La gente exitosa se mantiene en movimiento. Cometen errores, pero nunca se dan por vencidos"; frases que llevan razón y que muchas veces repetidas se interiorizan hasta el punto de convertirse en credos absolutos que no admiten discusión. Están los mantras que son leyendas urbanas o ahora fakes news que logran propagarse para que una gran mayoría de ciudadanos los repita como hechos ciertos, sin serlos. Y luego está el tipo de mantras que la sociedad asume y que a modo de cercado rodean determinadas cuestiones y las convierten casi en tabús y sobre las cuales no se puede opinar, mucho menos criticar en público, aunque en privado casi todos las cuestionamos. Un ejemplo claro es lo que durante las últimas décadas ha rodeado a la Casa Real bajo el mantra de todo lo que el emérito hizo por la democracia y su papel incomparable en la transición española, lo que le dio barra libre para consumir a destajo en todo tipo de situaciones sin que nadie osara cuestionar su conducta y solo aquella foto frente al elefante muerto de Botsuana le puso en el camino que le ha llevado al exilio donde hoy acomoda su corpórea realeza. La Corona, su súper protección e impunidad, porque per se es una institución que hay que respetar, ha sido uno de los primeros mantras de nuestra democracia.  

Otro mantra muy conocido y usado es el relativo a la libertad de expresión. Juntas estas dos palabras y todo el mundo frena en seco como si de pronto apareciese un enorme cartel de contra mano porque tenemos derecho a decir lo que pensamos, a estar o no de acuerdo con quienes ejercen el poder y eso está, qué duda cabe, bien. El problema es cuando usamos mal ese derecho y, protegidos por las dos palabras mágicas libertad y expresión, violamos la de otros, su intimidad y/o privacidad, su derecho a permanecer anónimos y, aún más grave, se miente públicamente sobre cualquiera, se le vilipendia gratuitamente con el fin de dañar su imagen y entonces solo nos queda la Justicia, aquella a la que muchos temen por su, a veces, inquietante subjetividad y, por desgracia, arbitrariedad política. Mantra: "El Poder Judicial politizado se despolitizará cuando el despolitizador despolitice el Poder Judicial politizado". Pues eso.

Mantra es que todos somos iguales como si la igualdad fuese un valor absoluto; una cosa indiscutible es que lo somos en derechos y obligaciones y otra muy distinta que lo seamos en capacidades. Ni los hombres y mujeres somos iguales, ni las mujeres entre sí lo son, ni tampoco son iguales los hombres entre ellos porque no hay dos personas iguales. Hemos de tener, a parte de los mismos derechos y obligaciones, igualdad de oportunidades, pero luego cada uno se las apaña como quiere y/o puede. Quien mide 1,60 no puede ser fichado por la NBA, sólo faltaba que tuvieran que bajar la altura de la canasta, porque los bajitos también tienen el mismo derecho a jugar. Como quien mide 2,15 si es nefasto jugando y solo por ser alto no tiene el mismo derecho a que le fichen que quien es una estrella del baloncesto.   

Mantra es que se criminalice al que cobra un buen sueldo como consecuencia de su esfuerzo y dedicación al trabajo o a su empresa, pero no valorando su productividad sino sólo las cifras de su nómina. Si este lo conjugamos con el otro mantra de que con toda la gente con necesidades que hay y todos los desempleados resulta indecente que haya gente que perciba buenas retribuciones, tenemos como resultado un ataque directo a la línea de flotación de la cultura del trabajo y del esfuerzo y así nos va, fomentado una sociedad subsidiada. El okupa no deja de ser un ladrón y okupas los hay en muchos niveles de las capas laborales, en la misma administración pública, porque ocupan un espacio que por derecho, por formación, por rendimiento y por mérito y capacidad no les corresponde. Mantra es que todos los políticos son iguales y van a lo que van. Y no. Cuando abundan sobre todo los políticos comprometidos con la labor pública y en mejorar las condiciones de la sociedad, con sueldos muy bajos -por aquello del mantra de criminalizar los sueldos altos- y trabajando los 365 días del año. 

Pero de todos, el mantra estrella circula alrededor de la libertad sindical. Un paraguas sobre el que se cobijan y se dan calor muchos hombres y mujeres que amparados en la defensa de los derechos del trabajador hacen y deshacen flirteando con lo moralmente reprobable por cuanto amedrentan y coaccionan a otros para alcanzar sus objetivos, haciendo bueno a veces aquello de que el fin justifica los medios. Un mantra de nuestra democracia que ha conseguido situar a los sindicalistas en un estatus superior al resto de los trabajadores, que les permite cobrar sin casi trabajar sueldo igual o más que quienes hincan de verdad el codo, dedicados a la necesaria labor de defensa de los derechos de los trabajadores, en muchos casos en bares porque debe ser que el exceso de café o alcohol abre la mente a las estrategias. Y con el mantra de la libertad sindical, algunos sindicalistas se invisten de un halo de súper poderes, intocables, impunes, pueden entrar y salir a su antojo, cometer infracciones y rozar el delito, acosar o amedrentar, atacar a los empleados que trabajan mucho y proteger a los vagos y vividores porque la ley del silencio y del miedo les protege. Por supuesto que hay muchos sindicalistas honestos que actúan seguidos exclusivamente por su afán de defender a los demás trabajadores, hay los que sí trabajan en la empresa y sólo se toman las horas sindicales precisas para su labor sindical, que no persiguen tajada propia o para familiares y amigos, pero desgraciadamente abundan los beneficiados por el mantra porque es fácil cogerle gusto a cobrar casi sin trabajar, a tener poder sobre el empresario -al que le pueden montar conflictos laborales- y a estar protegidos por las leyes, los jueces, los políticos y las reglas mediáticas del silencio que impiden contar a los ciudadanos lo que en verdad pasa. 

Seremos una sociedad más sana cuando la valentía común elimine los mantras malos que nos secuestran. La buena noticia, como una luz al final del túnel, es que esto también pasará y que es el mantra bueno que se usa cuando nos encontramos en situaciones complicadas y es poderoso para saber que todo pasará, no dejándote vencer por la situación. Solo quien es valiente se enfrenta y lo hace a costa de sufrir ataques de quienes ven peligrar sus estatus, pero al debilitar el poder establecido tras ellos se ponen en cola a empujar muchos deseosos de que la torre caiga porque de sobra conocían la verdad. El hasta hace poco intocable emérito bien lo sabe.

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