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El jardín de Bomarzo

La próxima generación

Una Navidad con cierto aroma virtual para que las próximas, no hay que olvidarlo, vuelvan a ser lo que fueron

Publicado: 11/12/2020 ·
11:25
· Actualizado: 11/12/2020 · 11:25
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Bomarzo

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El jardín de Bomarzo

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“El único error real es aquel del que no aprendemos nada”. Henry Ford.
 
El uso masivo de mascarillas ha provocado que este año el nivel de contagios por gripe sea mínimo, se entiende que toda transmisión por vía respiratoria se ha reducido a cuentas de la odiosa y necesaria tapadera que llevamos en la boca y que nos recuerda que afrontamos una Navidad repleta de reuniones virtuales para celebrar cenas de corte virtual, donde con sonrisas virtuales nos demos abrazos y besos también virtuales. Una Navidad con cierto aroma virtual para que las próximas, no hay que olvidarlo, vuelvan a ser lo que fueron. Por lo mismo, la separación social, sobre todo entre niños en los colegios, ha provocado una caída importante en ventas en farmacias de productos contra los piojos infantiles porque como los niños no se tocan, no se abrazan, no se revuelcan en los patios de los colegios al menos en grado e intensidad habitual, los saltarines piojos no pasan de cabeza en cabeza y por tanto otro de los afectados por el Covid-19, junto a los antigripales, son los productos para combatir a estos bichitos y cuyo tratamiento alcanza su época cumbre de venta justo los meses siguientes al verano, o sea ahora; cuántas otras cosas, negocios o productos se han visto beneficiados o perjudicados por esta pandemia cuando a golpe de vista está el final de este 2020 que no olvidaremos por el resto de nuestras vidas.

Es evidente que esta Navidad virtual no desata el ansia de consumo como otras porque de un lado evitamos las aglomeraciones en grandes superficies y, por otro, no tenemos tanta necesidad de consumir porque nuestro orden de prioridades es otro, de hecho de pronto muchos nos hemos vuelto farmacéuticos y conocemos las cualidades de esta o aquella vacuna o a qué temperatura se debe transportar y los riesgos de que se rompa la cadena de frío -como antes éramos economistas, después epidemiólogos, también expertos en tipologías de mascarillas y ahora farmacéuticos-. La salud  alrededor del Covid y sus derivados son un negocio al alza. La venta de mascarillas de todo tipo, colores y dibujos está salvando a tiendas de artículos varios y a puestos de mercadillos. Los hidrogeles se han incorporado a la compra doméstica semanal. Nos preocupamos un poco más por comer sano, el deporte como actividad esencial con toda la maquinaria para practicarlo en casa. La restauración, en cambio, es de los más damnificados, sufre porque evitamos tanto aglomeraciones como tocar utensilios que están al alcance de todos, pero crece el reparto a domicilio y, de hecho, esta Navidad aumentarán las ofertas de comidas o cenas a domicilio de élite, como sube todo lo que son plataformas y compras por internet.

Pasamos más tiempo en casa por tanto crece tanto las reformas dentro del hogar como la venta de utensilios que nos hacen la vida más cómoda, robots limpiadores, purificadores de aire, sube la demanda de casas con jardín, decrece la asistencia a domicilio en cuestiones como limpieza porque evitamos que intrusos entren en nuestro hogar. Cae el consumo en general de moda y complementos porque para qué si, total, no vamos a ninguna parte, y qué decir tanto del maquillaje caro para ellas que no muestran su rostro y con mascarillas es un desastre. Como los perfumes: no hay besos, no hay roces, tampoco tanta necesidad de gastar más de la cuenta en aromas caros. 

Ahora más que nunca la adaptación se ha hecho indispensable, quienes se saben adaptar son los que mejor sobreviven. Y esto necesariamente ha de imponerse en las actividades económicas. Si hay algo que ha quedado claro es que un país cuya economía se centra en el turismo, la restauración y el ocio, se eleva sobre unos cimientos frágiles. Tanto como para que una pandemia lo hunda de un soplido. Por eso la Unión Europea acordó el Plan de Recuperación llamado Next Generation EU con un reparto de fondos que “persigue liderar el camino hacia la salida de la crisis y sentará las bases para una Europa moderna y más sostenible.” Un total de 1,8 billones de euros  “para ayudar a reconstruir la Europa posterior a la Covid-19, que será más ecológica, digital y resiliente.”. La investigación e innovación, transiciones climática y digital justas, preparación, recuperación y resiliencia, la de cohesión y la política agrícola común, lucha contra el cambio climático, protección de la biodiversidad e igualdad de género. En definitiva, impulsar no sólo la recuperación ante la crisis derivada de la pandemia sino, sobre todo, encaminarnos hacia una nueva economía, más diversificada, con manzanas repartidas en muchas cestas distintas, eliminar desigualdades sociales para tener sociedades integradoras y cuidar este nuestro planeta. Ahora somos conscientes de la vulnerabilidad de nuestro sistema económico y social y hemos de preparar cada ciudad y país para afrontar cualquier nueva amenaza. Ser resilientes es el término utilizado por Europa. Porque las personas que lo son, no sólo resisten a los problemas, los superan sacando lo positivo de lo negativo, aprenden de los errores y salen reforzados. Y esto es lo que se espera que la sociedad europea haga. Un reparto bimillonario de fondos que ha lanzado a todas las administraciones a idear proyectos en qué gastarlos. Quienes trabajen pensando en la próxima generación -next generation- y sepan aprovechar la inyección económica para remodelar la economía, impulsando nuevos sectores, fortaleciendo sus bases, prepararán la sociedad para ese futuro que ahora sabemos es incierto porque los efectos del Covid no acabarán con la vacuna, solo lo conseguiremos con nuestra común resiliencia.  

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