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El jardín de Bomarzo

Una España vaciada

No es exagerado decir que España vive quizás una de las situaciones políticas más delicadas de su historia democrática

Publicado: 15/11/2019 ·
09:08
· Actualizado: 15/11/2019 · 09:08
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Bomarzo

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El jardín de Bomarzo

Todos están invitados a visitar el jardín de Bomarzo. Ningún lugar mejor para saber lo que se cuece en la política andaluza

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Al margen de las relativas sorpresas que han supuesto de un lado la caída extrema de Ciudadanos y la posterior dimisión de Rivera, que era tan lógica como de agradecer en un país que conjuga fatal el verbo dimitir, y del auge inversamente proporcional de Vox para que de pronto aparezcan falangistas hasta de debajo de las piedras, lo llamativo, lo realmente llamativo, ha sido el abrazo pelín tétrico entre un Pedro Sánchez visiblemente contrariado y un Pablo Iglesias al que no le cabía el gozo dentro de su roja piel. No es exagerado decir que España vive quizás una de las situaciones políticas más delicadas de su historia democrática; políticamente expoliada, rodeada por un separatismo creciente al que alimenta la incertidumbre general sobre el concepto de Estado y, ahora y además, a punto de ser co-gobernada por un populismo extremo de corte bolivariano que a la mayoría produce urticaria. En general, todos los condimentos para estar inquietos ante un cambio realmente paradigmático.

Los bandos. El país se ha partido en dos, separatistas al margen en la idea única de fraccionar, alzar muros, romper. PSOE y Unidas P, con un millón y medio menos de votos que en abril, firman ahora lo que no entonces fruto de la debilidad de Sánchez y proponen que la mayoría la ponga ERC y/o Bildu con el coste que supone Cataluña y/o País Vasco o, lo que es más factible, la otorgue la abstención de Ciudadanos. Parecía que la época de fragmentación parlamentaria había terminado y de ella se retornaba al bipartidismo, pero no; en todo caso, multipartidismo dividido en dos bandos con un hueco enorme en un centro ahora desierto fruto de la estrepitosa caída de Cs y del previsible giro a la izquierda de un PSOE abrazado a Pablo Iglesias. Y dentro del PSOE el silencio es unánime, los más lo justifican en que no hay otra salida, pero ésta a nadie gusta y recriminan a Sánchez de un lado la repetición equívoca de elecciones y la premura de un acuerdo con UP que pretende desviar la atención ante el mal resultado y, por otro lado, frenar propuesta alguna del PP que nunca sería del agrado de Sánchez.

Inés Arrimadas. Quizás de entre los muchos errores cometidos por Ciudadanos el más destacable es haber querido ser el PP sin ser el PP y, claro está, cuando a la gente se le propone un sucedáneo suele decantarse por el original -¿Coca-cola o Freeway...?-. Cs no debió abandonar el centro, que es su espacio político, debió acordar con Sánchez y evitar este desastre y ahora la única solución que le queda es centrarse de nuevo, alejarse de posiciones radicales como las de Vox y renovarse tras el rostro de una Inés Arrimadas que deberá recuperar lo que se la ido y demostrar si tiene madera de ser la primera candidata mujer a la presidencia del gobierno tras el congreso que en breve les reunirá a torno a esta idea. Habrá que ver si esta reorientación política no afecta el acuerdo que les mantiene en la Junta con el PP y sin duda habrá voces, ya las hay, que sugieren la conveniencia de salirse de ahí, pero en ningún caso su líder en Andalucía y vicepresidente en la Junta Juan Marín aceptará presiones para romper y, ya lo ha dicho, contra viento y marea terminará la legislatura con el acuerdo que mantiene con el PP de Moreno Bonilla. De hecho, su relación personal con Elías Bendodo, que es el hombre fuerte orgánico del PP en la comunidad, es magnífica.

Vox. Se equivoca quien piensa de un lado que el votante de Vox es solo de derechas y su irrupción en el mercado político nacional es efímera. A lo primero habría que responder diciendo que en Madrid ha obtenido idéntico porcentaje de votos en el barrio de Fuenlabrada, obrero, que en el de Salamanca, donde las tiendas caras. Por lo tanto, su voto es transversal y se agarra a un sentimiento que palpita dentro de muchos y que lleva años siendo machacado por tantos otros: la unidad nacional, el himno, la prohibición al libre tránsito de inmigrantes por el territorio nacional y al uso que estos hacen de derechos fundamentales como la educación o la sanidad, la defensa de tradiciones nacionales como la tauromaquia o la caza y, por añadidura, la religión católica; una idea fundamental que lo hilvana todo y es que la violencia no tiene género, en consecuencia la defensa de los derechos fundamentales de ese hombre que de unos años a esta parte se ha convertido en sospechoso de casi todo lo malo. Con estos conceptos, con Cataluña ardiendo y con un patético funeral de Estado y Franco volando por España, a Vox le han votado tres millones y medio de españoles y, lo que es seguro, orgullosos de hacerlo, deseando además que les convoquen de nuevo para votarles otra vez. De hecho y tras el abrazo del oso entre Sánchez e Iglesias es bastante probable que más gente se incline a la derecha y si por alguna razón no se conformase gobierno y hubiera terceras elecciones, a saber qué resultado obtendría esta vez la formación de Abascal. Algo que el PP no se puede permitir.

El PP. El hecho de haber recuperado tan poco después de lo mucho que ha perdido Ciudadanos hace que los populares, aunque sonrían, no puedan estar satisfechos. Bien es cierto que su parcial descontento lo mengua el gran descontento del PSOE y Cs y el hecho de que el futuro se presenta más prometedor para ellos a como estaba, pero debe decidir ya y pronto dónde ubicarse electoralmente: si centrarse para terminar de ocupar el espacio donde habita Cs y borrarle del mapa o, por el contrario, virar a la derecha para evitar que Vox siga creciendo por ahí y termine siendo un problema mayor -que ya lo es-. A Casado con Aznar detrás le pega más lo segundo, pero lo cierto es que los gobiernos se cultivan en el centro porque en los extremos hay lo que hay y en este país es la clase media, muy centrada en general y que no tiene un especial arraigo ideológico, la que marca la corriente de los gobiernos.

La España vaciada. Este país ha pasado de tener una población de 34,2 millones de habitantes en 1975 a alrededor de 46,9 actualmente, si bien provincias como Soria han reducido la suya hasta un 23 por ciento mientras que Madrid la ha aumentado un 73. Mientras que la media de habitantes por kilómetro cuadrado de la UE es de 177 personas y en países como Alemania alcanza las 233, en España se queda en 92. Datos que reflejan una realidad a la que apenas se ha prestado atención y solo a través de esa frase pegadiza sobre la España vacía algunos se han parado a profundizar en el hecho, en el problema. Quizás no sea solo un problema de despoblación de aquellas zonas más deprimidas y a las que institucionalmente se ha prestado menos atención por el sencillo hecho de que éstas no protestan, no arrojan adoquines, no se reúnen para incendiar, también crece la sensación de estar siendo vaciada de su sentir patrio y eso alimenta el separatismo. Y ser español no es de derechas ni de izquierdas y qué mal uso histórico siempre se ha hecho, se sigue haciendo, de nuestra vaciada bandera.

Bomarzo

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