La reciente encuesta de 40DB para la Cadena SER y El País revela que el PSOE tiene un problema en Andalucía. Y como decía mi abuela Lola que en paz descanse: “De los problemas no solo hay que preocuparse, sino ocuparse”. El tancredismo que está mostrando Ferraz con la situación de debilidad galopante que está sufriendo el Partido Socialista en la comunidad más poblada de España no se invertirá permaneciendo impasible, aguantando impertérrito ante un peligro evidente de irrelevancia, porque los problemas no se solucionan solos. Todo lo contrario, si no se actúa, se enquistan y se pudren.

No vale con decir que la vicepresidenta andaluza María Jesús Montero no puede venirse a su tierra porque es un sostén imprescindible del presidente Sánchez en Moncloa. No vale con decir que no hay banquillo porque Susana Díaz neutralizó en el pasado reciente cualquier recambio por los siglos de los siglos. No vale con decir que no hay mirlos blancos para que el PSOE pueda remontar el vuelo. No vale con decir que nadie de cierto fuste tiene la valentía y el arrojo suficiente para dar el paso y plantar una alternativa de enjundia. No vale con decir que no puede haber más cambios visto el resultado nefasto de tanto relevo en el PSOE madrileño. No vale con decir que el secretario general no puede asumir el riesgo de usar su dedo para señalar a quien está o a quien pueda llegar.

Tampoco vale, si no se apuesta por ningún relevo en el liderazgo del PSOE andaluz, dejar las cosas como están. No vale que Juan Espadas siga como portavoz socialista en el Senado, decisión por la que se optó para que ganara relevancia nacional y, sobre todo, mediática, lo que se ha demostrado estéril y erróneo porque no tiene más protagonismo en la escena política y tampoco ha logrado el foco periodístico que se buscaba, y, sin embargo, le quita dos días a la semana de su labor hercúlea de oposición al presidente Juanma Moreno. Si se le quiere empoderar, Espadas debiera asumir mayores responsabilidades institucionales que le permitan vestir un cargo y lucir más en su labor de control al gobierno de la Junta de Andalucía. Tampoco vale con decir que el problema no es sólo la dirección andaluza, sino algunas direcciones provinciales, si no se actúa al respecto en algunos territorios, fundamentalmente, orientales donde el PSOE sencillamente casi ni existe. En definitiva, sin un PSOE fuerte en Andalucía, Moreno Bonilla tiene licencia para equivocarse el tiempo que quiera.