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Jerez

¿Qué es la Feria? ¿Y tú me lo preguntas? La Feria eres tú

¿Cada cual puede vivir la Feria a su manera o es necesario seguir un canon?

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La Feria entra en su recta final con un gran ambiente

“Qué es la Feria?, dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul. ¿Qué es la Feria? ¿Y tú me lo preguntas? La Feria... eres tú”. Y ahora dime, con permiso de Bécquer: ¿Qué es la Feria? ¿El enganche a la media potencia, el Project o el Ratón Vacilón? ¿Las sevillanas, las bulerías o esa canción de moda que baila todo el mundo? ¿El pescaíto frito, el serranito, la papa rellena o el kebab? ¿Los farolillos o las luces de colores? ¿Comerse un vaso de alcatufas en el autobús camino de San Telmo o brindar con amontillado del bueno desde un coche de caballos? ¿Qué es la Feria? ¿Y tú me lo preguntas?

El jerezano es capaz de pasar del chovinismo más irracional al absoluto derrotismo en mucho menos tiempo del que se tarda en la cola del baño de cualquier caseta. Su Feria es “la mejor del mundo” hasta que se le ocurre decir justo lo contrario. Puede llegar al Real diciendo una cosa y salir afirmando justo la contraria, y al revés. El término medio no existe. Aquí -si me deja decirlo el ministro Urtasun- no hay otra que puerta grande o enfermería. 

“Hemos cruzado los brazos, y Sevilla se nos va, y al río estamos tirando lo que ya no volverá”, cantaban Los Romeros de la Puebla en 1979, hace ya casi medio siglo, muchísimo antes de que se pudiera siquiera imaginar todo lo que vendría después. En Jerez no podíamos ser menos y también necesitábamos nuestra ola creciente de nostálgicos dispuestos a decir lo que se puede y no se puede hacer en la Feria, como si acaso solo fuera posible ‘una’, por supuesto ‘grande’ y huelga decir que ‘libre’.

Llegado el jueves, aquí lo que queda ya es mucha gente que no ha debido encontrar la puerta de salida del González Hontoria, gente que no sabe siquiera en el día en el que vive y que, parafraseando a Los Rodríguez, debería ‘irse lejos, para no volver’, pero no puede porque –‘y es inútil negarlo’- se siente ‘atrapada otra vez’. Claro que yo creo que este tipo de gente se deja ‘atrapar’ con bastante facilidad. “Te extraño cuando llega la noche, pero te odio de día”, sobre todo a eso de las ocho de la mañana…

Hace calor –aunque sin exagerar- y el levante resulta molesto a ratos, sobre todo porque remueve aún más un albero ya de por sí castigado por el paso de la semana. Que por cierto un día de estos algún ‘doctor’ en esta mezcla arcillosa tendrá que explicar qué hay que hacer con el dichoso albero para que los caballos y enganches puedan circular sin problemas, para que no produzca alergias, para que no se levante con el viento, etcétera…

O igual a algún valiente se le ocurre plantear mínimamente la posibilidad de que mezclar albero y adoquín entraña estos riesgos aún bajo amenaza de ser arrojado desde lo más alto de la noria por los ‘cruzados’ de una tradición que, en este caso concreto, es más reciente aún que la sevillana de Los Romeros.

El jueves es más tranquilo que el miércoles. Sin embargo, si una cosa ha conseguido la Feria de Jerez de un tiempo a esta parte es que el ambiente sea más o menos uniforme durante toda la semana. A ello contribuye especialmente la presencia de una extraordinaria cantidad de visitantes, que han encontrado en Jerez esa diversidad que necesitan para sentirse como en su propia casa.

Vuelven año tras año y son parte ya indisoluble de la fiesta. Igual habría que hacer a ellos la pregunta de Bécquer, más que nada porque una Feria abierta no tendría que ser únicamente aquella que vacía las carteras de unos y otros por igual…

Son días en cualquier caso ‘de vino y rosas’, o más bien ‘de rebujito y clavellinas’ de dos a un euro. De enredarse y beber casi cualquier cosa que no sea agua, de #papasgordas aunque no se compartan vídeos en redes para no encontrarse con una sorpresa en forma de multa que agrave aún más el balance económico de la semana. De aceptar como normal aquello que no lo es.

Pero es que la Feria –ay, ¿qué será la Feria?- escapa a la costumbre ordinaria. Son días también de vergonzantes niveles de absentismo escolar que ninguna marea ni sindicato denuncia jamás, días en los que el vino y las rosas pasan a ser simplemente ‘de botellón y resaca’. Ya nos levantará de la cama el Informe Pisa, cual Ibuprofeno.

Mientras tanto, no dejes que digan cómo tiene que ser tu Feria y, si puedes, disfruta de lo que queda, que va siendo poco. Con volantes o sin ellos; jugando a los dardos para llevarte a casa un cerdo de peluche que no sabes dónde acabará; comiendo en un reservado para socios o bajo el toldo de un kebab; escuchando flamenco, sevillanas o reguetón; por la tarde, por la noche o por la madrugada; en el Templete del Paseo Principal o comprando baratijas en los puestos de la Rosaleda...

“¿Qué es la Feria?, dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul. ¿Qué es la Feria? ¿Y tú me lo preguntas? La Feria... eres tú”. 

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