- Vivimos en un mundo con profundas convulsiones, que se nos presenta con grandes amenazas para la vida de los hombres y mujeres del mundo obrero, pero también con posibilidades para la vida humana.
- En esta situación comprobamos cómo el sistema neoliberal de producción y consumo, que domina la sociedad y los cambios sociales, se ha manifestado incapaz de solucionar los graves problemas de la humanidad y ha seguido generando empobrecimiento en amplios sectores del mundo obrero.
- Esta realidad está rompiendo la sociabilidad humana, provocando un radical empobrecimiento de personas y de las relaciones que se dan entre ellas. Esto se ve agravado con la crisis económica que estamos padeciendo. Esta crisis no es sólo un problema económico sino, sobre todo, un problema moral que pone de manifiesto “los valores éticos” y las bases sobre las que está construida la economía y la sociedad. La crisis es también un problema político, ya que la liberalización de la economía ha impedido e impide el bien común de la humanidad. Los estados anteponen la economía a las personas y premian a los culpables a costa de las víctimas.
- La Doctrina Social de la Iglesia nos reclama que desarrollemos la acción política como una realidad constitutiva de nuestra humanidad concretada en la dignidad de la persona y en el bien común. Por eso es necesario reconstruir la dimensión política de la naturaleza humana, especialmente de las víctimas del sistema de producción y consumo.
- Por nuestra parte, movidos por el Espíritu, fuente de esperanza, nos comprometemos a impulsar en el mundo obrero y en la Iglesia un diálogo que responda al proyecto de humanización que Jesucristo nos ofrece.
- Pedimos al Señor, el Obrero de Nazareth, que nos dé la fuerza y la espiritualidad para ello.