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Torremolinos

Los molinos, padres de Torremolinos (7)

Torremolinos no es sólo turismo, fiesta, deportes, playa y sol. Es también arte, cultura, crisol de civilizaciones. En estas crónicas, Jesús Antonio San Martín, desarrolla lo más representativo del ayer y el hoy de Torremolinos.

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Se tiene conocimiento de dos importantes quemas que sufrieron los molinos de Torremolinos a lo largo de su historia: una en 1432, a manos de Gómez Ribera, durante una incursión contra la población morisca; y otra en 1704, cuando el almirante inglés Rooke, que dirigía sus más de noventa naves a Gibraltar, solicitó con amenazas agua y víveres a los escasos cien moradores del lugar. Se dice que, porque éstos se negaron a suministrar a la armada inglesa lo peticionado, el iracundo almirante ordenó que dos mil hombres desembarcasen y, tras el correspondiente saqueo, quemasen los molinos y los caseríos de la modesta localidad, dejando a sus habitantes en la más absoluta miseria. Ya es extraño que una armada de cinco mil hombres pretendiera las subsistencias de cien personas. ¿No buscaría el almirante Rooke algo valioso que andaba oculto por las cuevas torremolinenses?
Los molinos de Torremolinos vivieron nuevos días de esplendor después de la salvaje irrupción de la escuadra inglesa. Sobre las ruinas de los incendiados, con gran paciencia y con los escasos medios de que disponían, levantaron nuevos y robustos molinos las gentes del privilegiado enclave. Probablemente eran estos mismos inmuebles los que perduraron hasta bien avanzado el siglo XX, y algunos siguen en pie, a pesar de que en 1923 feneció la industria molinera al ser desviadas hacia Málaga las aguas de los manantiales de Torremolinos.
Considerados someramente en anteriores artículos los molinos de Inca, La Molina, Cea, Batán, El Moro, El Molinillo, Manojas, El Castillo, El Malleo, El Rosario, La Torre, La Bóveda, La Glorieta y el Nuevo, finalizamos este sucinto recorrido trayendo a la memoria los restantes molinos, situados en la Cuesta del Tajo. Del molino de La Glorieta partían en dos direcciones, hasta la misma playa, las demás casas molederas. Hacia oriente se levantaba el molino El Nuevo y los de La Cruz y El Peligro; este último era conocido por este nombre por el riesgo de incursiones piratas que le suponía el hallarse casi al borde del mar. Ambos, La Cruz y El Peligro, molieron trigo y sus viejos inmuebles desaparecieron con la remodelación turística de la zona.
A partir del molino de La Glorieta y hacia occidente faenaban los molinos de La Esperanza, El Pato y El Caracol. El de La Esperanza, harinero y de dos plantas, ocupaba una superficie de 101 metros cuadrados. Sobre el solar se levanta hoy un moderno edificio. La superficie total de la finca del molino de El Pato, que molía harina, era de 261 metros cuadrados. Al tiempo de la expropiación forzosa de las aguas en 1923 el molino ya estaba desmontado. De la vieja estructura quedan algunos restos. Por último, el molino de El Caracol, harinero, contiguo al anterior, se alzaba en dos plantas sobre una superficie de 185 metros cuadrados. El inmueble conserva casi intacta su estructura, aunque restaurada de solería y tabiques.
Un caserío que se estimaba como molino fue el situado en la urbanización Mi Paraíso, entre el complejo de Los Palacios y el conjunto de almacenes alimenticios del cruce de Playamar. En este viejo caserío desembocaba el llamado canal de Larramendi, que partía de las inmediaciones de la Torre de Pimentel y que seguramente sirvió para el sigiloso desplazamiento de tropas cuando la Torre avisaba, mediante señales de humo y fuego, de la presencia de naves enemigas.
Los molinos que fueron con la madre Torre padres de Torremolinos, duermen desde hace casi un siglo el sueño de los justos. El Torremolinos que dio el pan y el agua que eran toda su vida yacía inerte junto al mar y bajo el sol… hasta que este sol y este mar le devolvieron la vida y Torremolinos resurgió con brío, cual ave Fénix, de las cenizas. Hoy son los molinos del turismo los que mueven el corazón y el alma del nuevo Torremolinos.

Molinos de Torremolinos
(Soneto de J. A. San Martín)

Viejos molinos de Torremolinos,
sueños sin agua, novios en olvido,
efímero ayer de nostalgia henchido,
tumbas al viento, sombras, desatinos…

Resucitad los acordes divinos
de vuestras muelas, hoy clamor fundido.
¡Trocad el grano en pavoroso ruido!
¡Que las moliendas sean torbellinos!

Renuévese la savia en vuestras venas;
hagan las aguas girar los molones,
brote la harina con alba pureza,

que en esas piedras de añoranza llenas
-blanca la ofrenda de los corazones-
trituraréis del mundo la tristeza.

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