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?Los ojos de Julia?, con Belén Rueda, abre el Festival de Cine de Sitges

La actriz Belén Rueda se mete en el papel de una mujer que va perdiendo progresivamente la visión en la película Los ojos de Julia, del director Guillem Morales, con la que se abre hoy la 43 edición del Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges.

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  • Belén Rueda junto al director Guillem Morales (c), y el actor Pablo Derqui en la presentación de la película.
La actriz Belén Rueda se mete en el papel de una mujer que va perdiendo progresivamente la visión en la película Los ojos de Julia, del director Guillem Morales, con la que se abre hoy la 43 edición del Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges.

Los ojos de Julia, el segundo filme de Guillem Morales (El habitante incierto), producido por Guillermo del Toro y la española Rodar y Rodar, cuenta además con la participación de los actores Lluís Homar, Pablo Derqui, Francesc Orella, Joan Dalmau y Julia Gutiérrez Caba.


La cinta narra la progresiva pérdida de visión de Julia y su carrera contrarreloj para descubrir al asesino de su hermana gemela, Sara, y mientras su visión se deteriora, se ve obligada a enfrentarse a los mismos terrores y miedos que acechaban a su hermana.

Los ojos de Julia cuenta con los mismos productores de otro filme protagonizado por Rueda que también inauguró una edición anterior de Sitges, El orfanato.

En la presentación de la película, Belén Rueda ha comentado que su personaje hace “un viaje emocional”, que permite al espectador ver al principio a “una mujer con una enfermedad degenerativa, que, para que la enfermedad no avance, necesita de una vida rutinaria y tranquila”.

Julia, añade la actriz, sufre dos pérdidas en ese viaje emocional, la de los seres más queridos y la de su propia visión, y eso le lleva a experimentar “una transformación brutal” y a superar una disyuntiva: o acaba deprimida u opta por seguir viviendo.

Argumenta Rueda que “como en cualquier viaje, uno no es el mismo y por eso el personaje no reacciona igual al principio que al final de la película”.

Resta importancia al esfuerzo físico que requiere su personaje –”cansado es trabajar en la mina”– y asegura que los momentos más duros del rodaje, especialmente cuando las condiciones climáticas eran más duras, con lluvia o con frío, se superaron en gran parte por el “ambiente eufórico de todo el equipo, que hemos querido dar el máximo”.

Para preparar su personaje, reconoce que fue de gran ayuda tener al lado a Lluis Homar, que ya interpretó a un ciego en Los abrazos rotos, de Pedro Almodóvar, y la asesoría de miembros de la ONCE, aunque matiza que “Julia es algo diferente, por cuanto no es ciega desde un principio y debe pasar primero por el proceso de la negación, del no me puede estar pasando esto”.

Guillem Morales define su película como “un thriller con elementos terroríficos”, en el que Julia afronta su “viaje a la ceguera como un duelo, el mismo duelo por la perdida de algo como la visión o de un ser querido”.

En su transición, la protagonista, dice Morales, debe enfrentarse a todos sus miedos, conglomerados con el gran miedo, y trata de buscar respuestas a múltiples preguntas como “¿me dejará la persona a la que quiero?, ¿recuperaré la visión?, ¿dependeré de alguien?”.

El director se declara un “defensor del género”, porque cree que se puede hacer un thriller con elementos terroríficos, aunque “también puedes hablar de la verdad, puedes hacer género englobando dentro la denuncia social o la comedia”

En relación a la estética del filme, Morales ha comentado que finalmente se decantó por una “estética típica del comunismo europeo” en lugar de la estética gótica que le sugería que emplease el productor y director mexicano Guillermo del Toro.

“En el mundo de Julia no hay nada bonito que ver, pero los protagonistas, la propia Julia y su marido Isaac (Homar), están por encima de ese mundo a nivel estético, en concreto los años 50, y por eso puede remitir un poco a Hitchcock”.

“Soy defensor del cine clásico y de la puesta en escena clásica, que no impide ser al mismo tiempo moderno”, resume el director.

En consonancia con la estética de los 50, Morales tuvo claro desde el principio que quería “mostrar muy guapa a Belén Rueda, pues es el objeto del deseo” del asesino que la persigue.

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