A pesar de la situación de crisis, el derroche del erario público no ha mermado. Como recientemente escribía en una sabia columna el maestro de las ideas, Luis María Ansón, causa bochorno comprobar en cualquiera de las administraciones, estatales, autonómicas, locales e institucionales, los viajes carísimos que se organizan los políticos para su divertimento y que pagamos entre todos. El descaro es tan evidente, que el periodista invitaba a sus colegas que se dedicasen a la investigación, a que averigüen primero y publiquen después el escándalo del despilfarro al que, con nuestro dinero, se entregan los políticos. A propósito, remataba Ansón, que el instinto ciudadano conoce muy bien hasta dónde llegan los abusos. Por eso, en las encuestas, se repite una y otra vez que la institución menos valorada en España son los partidos políticos, es la clase política. Habría que añadir, la gran responsabilidad de estos políticos, que debieran dar ejemplo y no lo hacen, puesto que constitucionalmente con sus hazañas, para bien o para mal, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular. Lo esperpéntico de la situación es que mientras unos sufren la crisis, otros dilapidan como si nada. Junto a esa reforma laboral profunda hace falta, asimismo, adecuadas prácticas presupuestarias, aumentar en verdad la transparencia de la gestión pública, controlar las subvenciones, establecer claridad de roles y responsabilidades, afianzar la disponibilidad pública con garantías de integridad en la información. Es también lo mismo de siempre. Lo que también sabemos y sufrimos, porque la corrupción sigue siendo un diario en el diario de cada día. Sin justicia, sin luchar contra toda forma de depravación, y el corrupto es un perverso, sin el respeto de las reglas del derecho, es imposible avanzar en el Estado social y democrático de Derecho que muchos deseamos.
Sufrir la crisis o derrochar
El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha bajado, una vez más, su previsión económica para España. Ya no es lo que sabemos, es lo que mucha gente ya sufre. No hace falta ser una lumbrera para verlo...
A pesar de la situación de crisis, el derroche del erario público no ha mermado. Como recientemente escribía en una sabia columna el maestro de las ideas, Luis María Ansón, causa bochorno comprobar en cualquiera de las administraciones, estatales, autonómicas, locales e institucionales, los viajes carísimos que se organizan los políticos para su divertimento y que pagamos entre todos. El descaro es tan evidente, que el periodista invitaba a sus colegas que se dedicasen a la investigación, a que averigüen primero y publiquen después el escándalo del despilfarro al que, con nuestro dinero, se entregan los políticos. A propósito, remataba Ansón, que el instinto ciudadano conoce muy bien hasta dónde llegan los abusos. Por eso, en las encuestas, se repite una y otra vez que la institución menos valorada en España son los partidos políticos, es la clase política. Habría que añadir, la gran responsabilidad de estos políticos, que debieran dar ejemplo y no lo hacen, puesto que constitucionalmente con sus hazañas, para bien o para mal, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular. Lo esperpéntico de la situación es que mientras unos sufren la crisis, otros dilapidan como si nada. Junto a esa reforma laboral profunda hace falta, asimismo, adecuadas prácticas presupuestarias, aumentar en verdad la transparencia de la gestión pública, controlar las subvenciones, establecer claridad de roles y responsabilidades, afianzar la disponibilidad pública con garantías de integridad en la información. Es también lo mismo de siempre. Lo que también sabemos y sufrimos, porque la corrupción sigue siendo un diario en el diario de cada día. Sin justicia, sin luchar contra toda forma de depravación, y el corrupto es un perverso, sin el respeto de las reglas del derecho, es imposible avanzar en el Estado social y democrático de Derecho que muchos deseamos.
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