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Viernes 19/04/2024  

Sindéresis

El primogénito

Son los mismos que han sido fabricados en un molde del que no se atreven a salir y se les llevan los demonios cuando se permite que otros vistan de otra manera

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Yo he visto de cerca, no en mi casa, pero sí cerca, lo que supone criar a alguien con los dones de la primogenitura, arbitrando a su favor entre todos los hijos para que se le permita elegir el programa que se ve en la tele, el juego al que jugarán todos o el puesto en el que se come cuando hay que comer por tandas. Desde un punto de vista social, la parte conservadora de nuestro país, yo diría que casi de cualquier país, no deja de ser un conglomerado de primogenituras que atiende, no a la tradición, sino a la costumbre de dar preferencia a ciertos grupos por encima de otros, a ciertos gustos y personas.

Esta costumbre de salir ganando siempre fabrica individuos sin tolerancia a la frustración que, al mínimo cambio en lo que creen su derecho natural, protestan con lo que creen que es la ira de los justos, aunque desde lejos, y desde el punto de vista de los hijos medianos y pequeños de la sociedad, se vea como una rabieta antológica.

Pongamos como ejemplo el uso de la pirotecnia. Está en contra la gente con mascotas (muchas sufren un pánico atroz e incluso mueren), está en contra la gente y familiares de gente con ciertos trastornos del espectro autista, los convalecientes, los que tienen una condición cardiovascular delicada y sensibilidad patológica al ruido. En medio están quienes lo pueden ver bonito, pero tampoco imprescindible. Por último, están los primogénitos, que son capaces de defender con uñas y dientes sus pequeños placeres, aunque hagan sufrir al resto porque están acostumbrados a quedarse con todo. ¿Os imagináis que en una casa alguien padeciera un dolor de cabeza terrible, pero el hermano mayor montase una fiesta con los colegas y eso hubiera que respetarlo? Pues esto es lo mismo; consentir a la peña fabrica monstruos, fanáticos de sí mismos.Gente que, por más que les leas la Constitución Española, donde se establece que el trato a todas las religiones debe ser el mismo, en un mundo multicultural que cada vez está más lleno de agnósticos, ateos o no practicantes, rabian porque su Blanca Paloma, su Cristo, su Dios y sus procesiones no son adorados y temidos por todos. A estos me gustaría juntarlos con los de los petardos el Jueves Santo, cuando no sean los mismos, pero perro no come perro, y los primogénitos se caracterizan por cuidarse las espaldas.

Son los mismos que han sido fabricados en un molde del que no se atreven a salir y se les llevan los demonios cuando se permite que otros vistan de otra manera, tengan otras identidades o tendencias sexuales y la sociedad los defienda cuando son insultados, porque siempre fue potestad de los primogénitos, los niños malcriados de Españita, meterse con quien no hubiese salido del molde español de posguerra.

La reacción es un conjunto de minorías que hacen fuerza para no perder privilegios, que no libertad, porque es que nunca les enseñaron, y estos son muchos de hablar de una hostia a tiempo, que su libertad acaba donde empieza la de los otros. Los del Toro de la Vega apoyando a los de las peleas de perros, apoyando a los que cazan por gusto, apoyando a los que no quieren homosexuales en sus bares de copas, apoyando a los que quieren petardos en las fiestas señaladas, se muera quien se muera, apoyando a los que quieren un marcador de 1000 iglesias contra 0 mezquitas, pagodas o sinagogas, apoyando a los de que la mujer se queda en casa de toda la vida, apoyando a los de que en la hostelería se sabe cuándo se entra, pero no cuándo se sale. Exigen licencia para esclavizar, insultar y matar, porque es su derecho de nacimiento y nadie les dijo lo contrario. Hasta ahora. El progreso se enfrenta a una caterva de niños malcriados, usados como mano de obra y carne de cañón por los intereses económicos. Y poco más.

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