A lo mejor algunos no lo recordáis, a lo mejor al PP se le ha olvidado, pero la primera vez que se frustró la renovación del CGPJ coincidió con un escándalo tremendo que salpicaba al PP y que además manchaba el proceso en muchos otros sentidos. Lo primero que tenemos que saber es que, papel en mano, son los vocales quienes eligen a quien ocupa la presidencia del CGPJ, y que los políticos solo pueden ponerse de acuerdo en la elección de dichos vocales. Sin embargo, al parecer, estos vocales son designados con la condición de que pongan de presidente o presidenta a quienes los políticos quieran; en 2018 se filtró el nombre de quien sería presidente, el juez Marchena, antes siquiera que los nombres de quienes lo tendrían que nombrar.
Es como si te eligen para jurado de un concurso del que ya se sabe el ganador. Tongo, mierda, mamoneo con el que parecen sentirse muy cómodos tanto PP como VOX y Cs, ya que son los únicos escandalizados ante la modificación de la norma.
El segundo motivo para el escándalo no señala a lo común y viciado del proceso, sino a la particularidad corrupta del PP, ya que se filtró una conversación de Ignacio Cosidó, portavoz del PP en el Senado por aquel entonces, en que se congratulaba del acuerdo ya que les iba a permitir controlar la Sala Segunda por detrás, y además presidiendo la Sala 61. Si escuchamos a los líderes de derechas en su rutina propagandística, y sin conocer el paño, cualquiera diría que a través de estas dos salas se asegurarían el ejercicio de la justicia en temas que les son de gran interés, como la lucha contra el terrorismo o la protección de la ciudadanía honrada frente a las oleadas inclementes de okupas que pueden adueñarse de tu casa con un ticket del Telepizza (os adelanto que si esto fuera posible, tu casa ya no sería tuya, sería de algún fondo buitre con ascendente sobre del PP, cuyo agente entraría para quitarte los muebles mientas se come una pizza).
Pero no, la Sala Segunda que el PP controlaría por detrás es la única competente para juzgar a senadores, diputados y miembros del gobierno. Controlar esa sala equivale a que los tuyos sean inmunes a la acción de la justicia, pero puedas golpear con ese mazo a los políticos de enfrente. Nos suena, ¿verdad? Juicios a Alberto Rodríguez y a Vicky Rosell, por ejemplo. La sala 61, ya que estamos hablando del tema, es una sala especial que tendría la potestad de ilegalizar a un partido político… o no hacerlo.
Ya lo dijo Cayetana Álvarez de Toledo, que ante la mayoría que ostenta este cogobierno con el apoyo de partidos pequeños y sus pequeñas enmiendas, el único modo en que su bando puede prevalecer es a través de la acción de los jueces; es decir, que los jueces se metan en política por la vía de juicios amañados y sentencias que busquen inhabilitar a miembros actuales de los grupos parlamentarios que gobiernan.
Por detrás también nos la quiere meter Pedro Sánchez, por cierto, retocando el delito de malversación para que, de modo quirúrgico, se libren políticos corruptos como Griñán. Porque el PSOE no es tanto de robar como el PP; es de crear redes clientelares profundas y enraizadas en el apoyo mutuo. Un PP de sobornos y amenazas. Un PSOE de trapicheos y favoritismos. Por suerte, y ya que ha muerto el bipartidismo, jamás tendrán que volver a entenderse entre ellos para renovar al CGPJ. Ya no tendrán justificación para reunirse a puerta cerrada y no hablar con grupos afines en lo político, aunque no en lo corrupto. VOX le pregunta al rey qué opina de todo esto y yo le pregunto qué opinaba de lo que había antes. Pero es que al rey también nos lo metieron por detrás.
