¿Qué hace a una persona ser protagonista de una portada? En realidad, cualquiera y en cualquier momento puede ser digno protagonista pero en periodismo suele inclinarse la balanza hacia la relevancia informativa. O que sea el hombre el que muerda al perro en lugar de al contrario. Pero a veces prima algo que esta sociedad del tuit y el titular no siempre presta la necesaria atención: el interés humano. Y eso ha hecho LaMuy llevando a su portada a Howard Jackson, el inmigrante que vende pañuelos disfrazado junto al semáforo de Plaza de Armas.
LaMuy no es una revista al uso: es a color pero pesa, por el grosor de su papel y por la relevancia de sus contenidos. Poco conocida entre el público general a pesar de ser gratuita, entra dentro de esos escasos experimentos culturales de calidad que se alejan de la ortodoxia y juega maravillosamente con lo políticamente correcto: heterodoxia ortodoxa u ortodoxia heterodoxa, tanto monta, monta tanto.
En esta ocasión apuestan por dar visibilidad a Howard Jackson, que incluso es quien reparte los ejemplares con su foto en el semáforo de Plaza de Armas. Un liberiano que apenas siendo un niño huyó de la guerra y que ha sobrevivido sin país que lo reconozca, vendiendo pañuelos en Plaza de Armas, ganándose tres duros de sol a sol, con una sonrisa en los labios y haciendo sonreír a los demás con sus más que variados disfraces, el carnaval de todos los días, mientras lucha por pagarse los estudios de Derecho y ser, algún día, juez.
La historia de Howard es la historia de cientos y miles de inmigrantes. O migrantes. Se repite en varios semáforos y esquinas de esta ciudad del tipismo que se llama Sevilla y a pesar de que se les ve, sólo salen a la luz cuando su humildad les delata, porque son capaces de entregar un maletín con dinero a la Policía que alguien olvidó sobre el capó de un coche. Entonces sí copan titulares, porque en este mundo loco ser bueno -pero al estilo de Antonio Machado- es noticia.
LaMuy opta por llevar a portada a una parte de nuestra sociedad que tiene dos caras, la integración y la marginación.
Miles de inmigrantes levantan en silencio cada día nuestro país sin esperar ni recibir una palmadita en la espalda, tan integrados están que igual hay un camerunés que defiende altivamente a Vox (Yves Bertrand Ndongo) que igual hay un senegalés (Serigne Mamadou) que les dice las verdades a los de Santiago Abascal y a esa España rancia que busca los males en los de fuera cuando el cáncer está en el interior. Y encima, lo saben.
Y tan marginados están como esa España pobre, que nutre los barrios más desfavorecidos, estén o no bajo los umbrales de la exclusión, la que está marcada por el paro, la ínfima educación, las drogas y el alcohol, la delincuencia habitual... Esos excluidos que son parte de nuestro sistema y que la componen forasteros y paisanos.
LaMuy lleva a su portada nuestra realidad social y la hace digna, no sólo porque forma parte de nosotros sino porque la coloca dónde algún insigne patrio le hubiera gustado estar. O no. En la ortodoxia heterodoxa no todos saben estar ni comportarse...