Han sido catorce años, casi tres lustros sin poder acceder a uno de los templos más significativos y singulares de Sevilla. Mucho tiempo con las puertas cerradas tanto al culto como al turismo cultural, con innumerables trabas y obstáculos que han ralentizado su total rehabilitación.
Pero ahora sí la Iglesia de Santa Catalina comienza a ver la luz al final del túnel. Los obreros, restauradores y arqueólogos perfilan los últimos detalles para reabrir sus puertas, a priori, el próximo 25 de noviembre, coincidiendo con la festividad de la santa que nombre a este templo gótico-mudéjar del siglo XIV.
Este miércoles, los medios de comunicación han podido acceder al interior del templo para comprobar el estado de unas obras que se encuentran al 70% a falta de cuatro meses para su reapertura, según ha confirmado el arquitecto responsable, Francisco Jurado. Ha sido el canciller de la diócesis, Isacio Siguero, quien ha confirmado la ansiada fecha: el 25 de noviembre Santa Catalina volverá a estar abierta al público.
Será al término de esta tercera y última fase, que ha contado con una inversión de 1,5 millones de euros, cuando los sevillanos redescubran este preciado legado del mudéjar, tras cuatro años de intensas obras que han deparado un coste aproximado de 4 millones de euros en su totalidad, y todo ello sin contar, por ahora, con la colaboración financiera esperada por parte de las administraciones públicas. Entre ellas, el Ayuntamiento, que hasta el momento no ha destinado ninguna partida de lo pactado y firmado en el año 2014.
Abrirá en noviembre, aunque no se descarta que las tareas de conservación se sigan ejecutando en el exterior de la iglesia, ya que según avanza Francisco Jurado, es intención de la constructora afrontar las obras de instalación de una cámara bufa en el perímetro de la fachada y aún siguen a la espera del visto bueno por parte de Urbanismo.
Restos arqueológicos
Destaca de esta última fase, entre otros, el descubrimiento de nuevo elementos arqueológicos correspondientes a eras visigodas, islámicas y romanas, confirmando además el arqueólogo de la obra, Domingo Martínez, que en ningún caso el templo formó parte del trazado del antigua muralla de Sevilla y, además, ha descartado que el campanario de Santa Catalina fuera antiguamente el alminar de una mezquita, si bien pertenece a la primitiva iglesia mudéjar, la cual cayó en abundancia tras un terremoto sufrido en el siglo de su creación. Fue en ese momento cuando se reconstruyó el templo que hoy conocemos.
También, los medios de comunicación presentes han tenido la oportunidad de conocer de primera mano todos los restos arqueológicos encontrados en la planta baja. Los arqueólogos han descubierto en el subsuelo de la iglesia como era el urbanismo de esta zona en épocas visigodas, islámicas y romanas, con vestigios de la época en forma de elementos y pequeñas construcciones que quedarán expuestas al público en general a través de la creación de una “ventana arqueológica”. Por último, Domingo Martínez ha matizado que este lugar siempre ha tenido un uso espiritual y que se levantó sobre una antigua necrópolis visigoda.
La recuperación decorativa
A falta de la pavimentación del suelo, ya se intuye una solería blanquecina que permitirá el reflejo de las características arcadas. Y tras pronunciadas telas manchadas, los altares recuperan su esplendor y ya aguardan a ser destapados para de nuevo acoger a tantas imágenes exiliadas desde hace catorce años y hoy aún repartidas por distintos templos de la feligresía.
Las tareas de restauración que se están llevando a cabo van a respetar en todo momento el estilo mudéjar del interior de la iglesia. Las arcadas comienzan a retomar su tono original y, además, según ha mostrado el arquitecto, se ha recuperado un interesante fresco de San Pedro del siglo XV junto a la puerta grande de Santa Catalina. Este arco de herradura habría sido destruido para posibilitar la salida de los pasos procesionales por este enclave. Pasos de hermandades, como los dos de La Exaltación en Semana Santa o los de Santa Lucía, el Carmen y el Rosario en el tiempo de Glorias que volverán a cruzar este dintel en 2019. Año en el que esta iglesia, una joya del mudéjar catalogada desde 1912 como Monumento Nacional, volverá a resplandecer en una ciudad que ha venido narrando buena parte de su propia historia a través de sus paredes.