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Sevilla

Una pésima corrida de Jandilla arruina una tarde de gran expectación

Los descastados y vacíos toros de la ganadería de Jandilla arruinaron la corrida de hoy de la feria de Abril de Sevilla, en una tarde que, por los alicientes del cartel, había despertado una gran expectación entre los aficionados

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  • Morante de la Puebla -

Los descastados y vacíos toros de la ganadería de Jandilla arruinaron la corrida de hoy de la feria de Abril de Sevilla, en una tarde que, por los alicientes del cartel, había despertado una gran expectación entre los aficionados.

FICHA DEL FETEJO:

Cinco toros de Jandilla (el 2º con el hierro de Vegahermosa) y un sobrero de Albarreal (1º), que sustituyó a uno de los titulares devuelto por flojo. Corrida bien presentada y de buenas hechuras, pero descastada y de muy escasas fuerzas. El sobrero fue también flojo y vacío de raza.

Morante de la Puebla, de pizarra y oro: pinchazo y estocada atravesda (silencio); estocada atravesada y descabellos (silencio).

Diego Urdiales, de rioja y oro: estocada desprendida (ovación); estocada y descabello (silencio).

López Simón, de rosa y oro: gran estocada (vuelta al ruedo tras petición de oreja); estocada atravesada (silencio).

Entre las cuadrillas, destacaron con una brega efectiva El Víctor y José Antonio Carretero. Jesús Arruga y Mingo saludaron tras banderillear al sexto.

Undécimo festejo de abono de la feria de Abril de Sevilla. Casi lleno en tarde fresca y de viento molesto.

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LA PEOR DE LA FERIA

Por los alrededores de la Maestranza se vivía ya desde horas antes, y pese a la lluvia, el ambiente previo de las grandes tardes de toros, con miles de aficionados desplazados al reclamo de uno de los carteles de mayor atractivo de la feria.

Pero, para hacer bueno aquel agorero dicho que sentencia "corrida de expectación, corrida de decepción", por la anchurosa puerta de chiqueros de la Maestranza fueron saliendo seis toros de Jandilla, paradójicamente de finas hechuras, pero absolutamente vacíos de raza. Con diferencia, la peor corrida de lo que va de feria.

Y no sólo eso, sino que, los seis, incluido el sobrero aún más flojo que sustituyó al primero de la tarde, sumaron a esa falta de bravura una escasez de fuerzas que o bien les hizo afligirse y desfondarse a las primeras de cambio o, lo que es peor, defenderse con genio, violencia y hasta malas intenciones.

Morante de la Puebla quedó absolutamente inédito en su tercer paseíllo de la feria, pues apenas pudo torear ni con el capote a sendos toros que se pararon y se encogieron ya desde la salida.

Tanto fue así que las dos faenas del sevillano apenas duraron un suspiro, pues el comportamiento aplomado y mortecino de ambos le obligó a machetear sin contemplaciones y sin que el público se lo recriminara ante la evidencia de lo imposible.

El primer toro de Diego Urdiales tuvo alguna virtud, como la nobleza, pero tan escondida tras su nulo fondo que el diestro riojano tuvo que sacársela a pulso y a cuentagotas.

Hubo en esa primera faena de Urdiales varios muletazos con poso y reposo sobre ambas manos, sin duda los mejores de la tarde, apoyándose en una magistral suavidad en los cites y en el trazo de los pases que mantuvo a flote a duras penas el escaso potencial del de Jandilla, aunque, evidentemente, su ligazón resultó imposible.

Al quinto también le dio todas las ventajas, sólo que este voluminoso ejemplar no agradeció el buen trato del espada, sino que, entre incómodas rachas de viento, respondió con violentos tornillazos a la muelta de Urdiales, que le consintió más de la cuenta en su largo empeño por buscar un negado lucimiento.

Los únicos momentos de mínima emoción de la corrida se vivieron durante la lidia del tercero, que, sin ser mucho más que sus hermanos de camada, al menos tuvo mayor nobleza y duración.

López Simón aprovechó sus primeras arrancadas con brío, muy asentado en la arena aunque sin demasiado temple al mandarlas, ligando tres series así con la derecha hasta que el toro comenzó a perder celo y le obligó a atacar en la distancia corta.

Con todo, una gran estocada, cobrada despacio y por derecho, dejándose ver, fue el mayor aliciente para que se le pidiera una oreja que el presidente no llegó a conceder.

Ya con el sexto, a tarde vencida y con el decepcionado público abandonando los tendidos, el joven torero de Madrid se dio a otro "arrimón" sin opciones ante otro de los dos toros que, además de descastados, se defendieron con aspereza hasta pararse como si fueran de piedra.

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