Lo invitaron a ver cómo bañaban a su pequeña recién nacida después de un parto complicado. Siguió a la enfermera y con los ojos brillantes sintiendo eso que se siente cuando ves y escuchas a tu primer hijo, se dio cuenta de que había un bebé en una cuna de hospital que no paraba de llorar.
Cuando se recuperó de la emoción preguntó por qué ese niño lloraba y estaba solo. Le respondieron que no tenía padres. Ni siquiera nombre, aunque en Maternidad le habían llamado Pepe.
Ese fue el momento en que Carlos Cherbuy Rivera, periodista nacido en Cádiz pero que se siente de San Fernando por los cuatro costados, emprendió una aventura inenarrable junto a su esposa, Laura Gallardo Martínez, que supone para ellos y para el resto de la familia una mezcla de ilusión y desilusión, de gozo y de sufrimiento, de alegría y de tristeza. Y así una y otra vez, porque ya han repetido seis veces.
La asociación Acógeles nació para procurar a los niños sin padres o bien en hogares con problemas económicos o sociales padres de acogida temporal. Desde bebés a jóvenes que no han cumplido los 18 años que es cuando dejan de pertenecer a ese sistema de acogimiento.
Carlos sopesó que no podía hacer donaciones a ONG que se dedican a ayudar a los demás o que no podía ayudar y desentenderse. Así que pensaron -porque es cosa de dos y ahora de cuatro- que sí podía tener en su casa a un niño durante seis meses y criarlo como a sus propios hijos. De hecho, tiene una niña y un niño y el nacimiento de este último le cogió con un niño en acogida temporal.
Esta parte anterior es lo formal. Lo que hay que hacer para poder acoger lo explican en la
Asociación Acógeles con la que pueden ponerse en contacto en el número de teléfono 956 921 107 o en el correo electrónico
acogeles@accampa.org.
La otra parte es la de los sentimientos encontrados y como se gestionan, porque que un bebé que no es tuyo entre en tu casa -algunas veces con problemas médicos- es una experiencia que requiere de un planteamiento previo y necesario para llevarla a cabo.
Carlos reconoce que los amigos y conocidos le dicen que es una locura, pero reponde que es “una bendita locura. La labor que uno hace para que el niño esté bien compensa toda la locura que trae un niño”. Y reconoce que cuando tiene que entregarlo es todo un trago, “te quitan un poquito de corazón. Pero con el tiempo sin cicatrices de las que uno está orgulloso”.
El primero no se olvida. Además porque estuvo con su familia 16 meses. Para Carlos Cherbuy y Laura, la noche de Halloween es una noche significativa por encima de su aspecto paradójicamente festivo. Fue la noche en la que entregaron a Acógeles al primer bebé. “Estuve toda la noche llorando. Lo recordaba y la siguiente semana fue muy dura porque era muy escandaloso, yo abría la puerta y ya me estaba gritando y llamando… Ese silencio al entrar en su habitación te golpeaba. Fue duro”.
Al final, como él dice, son cicatrices de las que te sientes orgulloso pero además, la familia que acogió definitivamente a aquel bebé mantiene el contacto y manda fotos. Siguen su crecimiento.
Y es que la sangre tira, reconoce Cherbuy, pero lo tira también el trato, el día a día, el sentirte responsable de un bebé. Y que esa responsabilidad se transmite al resto de la familia. A los hijos propios, que viven la experiencia como hermanos o a los abuelos, que son abuelos de los niños acogidos y en muchos casos, abuelos en superlativo porque han tenido un trato especial con ellos. No en vano los abuelos son el sostén de las familias jóvenes que tienen que salir a trabajar y necesitan ayuda.
Hay vínculos además que se mantienen y no sólo por el contacto entre las familias de acogida temporal y las adoptivas. No se recuerda lo que se vive en los primeros meses de vida pero sí se recuerdan olores, colores, sonidos.
“Cuando entregamos al niño a la familia de acogida nos pregunta hasta qué colonia usamos, para que el contraste entre un ambiente y otro sea el mínimo·”. Y una vez le dijeron que el niño le tiende los brazos a quienes tienen gafa y barba, como Carlos Cherbuy.
Las familias de acogida temporal no pueden dar datos por razones obvias, pero sí contar casos. Y de los seis que puede contar Carlos y su esposa hay uno muy especial y distinto a todos los demás.
Acógeles les entregó un bebé cuya foto había salido incluso en los periódicos cuando fue rescatado de una patera. La imagen era el momento en que el personal de Salvamento Marítimo cogía en brazos al niño.
La historia es la de un senegalés que atravesó todo África para buscar un futuro mejor en Europa. Recaló en Marruecos, el último destino antes de saltar a España y allí conoció a una joven de la que se enamoró y tuvieron un hijo. Obviamente, para la joven aquello la sobrepasaba por las costumbres de ese país y un día quedaron en una estación. El joven creía que iban a reunirse por fin pero en su lugar ella le entregó al niño y volvió con su familia.
El joven se vio con un hijo, vendiendo por la calle y reuniendo dinero hasta que meses después pudo comprar una barca hinchable -llamarle zodiac quizá fuera demasiado- e intentar cruzar el Estrecho. Lo hicieron, los recogió Salvamento Marítimo y obviamente, el bebé quedó bajo la tutela de la Administración andaluza.
En este caso, conociendo al padre biológico y después de los trámites oportunos, Carlos y su esposa pudieron ponerse en contacto con el joven. Era una reunificación familiar en toda regla, pero temporal.
“Él se creía que iba a ver a su hijo con una nueva familia. Cuando le explicamos que no, que sólo éramos una familia de acogida temporal y que el niño era suyo, lloraba a lágrimas vivas. Ver su llanto, el de un hombre que ha luchado y lucha por darle una vida mejor a su hijo… Te cambia las perspectivas. Y no quieres que no llegue el día de entregarlo sino que pase el tiempo rápido y que él tenga a su hijo”.
La Asociación Acógeles va creciendo y las historias a su alrededor también. Y Carlos y Laura, cuando llegan esas cicatrices de las que con el tiempo se sienten orgullosos, no piensan en que cuando llegue otro y otra será otra locura. “Lo que pensamos es dónde estaría ese niño si no estuviera con nosotros”.
Carlos además rompe una lanza por otras familias que acogen a niños mayores, de esos que llevan ya una mochila a cuestas, la mayoría de las veces de desengaños, de rechazos, de rebeldías... Ahí también hacen falta héroes sin capa para que tengan un hogar mientras se resuelven los problemas en el suyo, o mientras encuentran otro hogar, a ser posible para siempre.