Depp reconoció ante la prensa internacional, con sus ojos ocultos por unas gafas de sol, que teme la reacción de los críticos ante el desembarco en Cannes de la cinta, en la que encarna por cuarta vez al pirata Jack Sparrow.
“De verdad que me asustan, por eso venimos a Cannes”, bromeó Depp sobre sus temores a los comentarios de
la crítica especializada sobre esta producción de Disney, titulada Piratas del Caribe: En mareas misteriosas.
Ya presentada en preestreno mundial en Los Ángeles a principios de este mes, la película, en 3D, reúne además de a Depp y Cruz a otros grandes actores, como Geoffrey Rush y Ian McShane, en una historia que pone a todos a buscar la fuente de la eterna juventud.
La historia: piratas que buscan la fuente de la eterna juventud por encargo de su majestad británica, en abierta rivalidad con la Corona española, a ver quién llega antes y en el camino le arrebata una lágrima a una sirena para que el milagro de no envejecer se haga realidad.
Penélope Cruz declaró haberse sentido “muy cómoda” en este filme que le permite repetir con Marshall (quien la dirigió en Nine) porque se lo pusieron “muy fácil”, y añadió sobre sus compañeros de reparto que tiene “ya ganas de trabajar con ellos otra vez”.
Barridos por la marea de los Piratas del Caribe, dos filmes pasaron por la competición de Cannes: la austríaca Michael, retrato de un pederasta que supone el debut del director de casting de Michael Haneke, y Footnote, una comedia israelí sobre la competición intelectual y familiar.
Lo mejor que se puede decir de Michael, segunda y última ópera prima en competición por la Palma de Oro, es que por momentos parece una película de Haneke, y que cuenta además con la interpretación soberbia (por desagradable) de Michael Fuith.
En Footnote, su director, Joseph Cedar, que venía de una cinta tan política y premiada como Beaufort, sobre la Guerra del Líbano, reduce la metralla y agudiza el ingenio para meterse en otra guerra distinta como es la que se establece entre un padre y un hijo por el éxito profesional en un mismo campo: el estudio del Talmud.
Con un careo interpretativo de nivel entre Shlomo Bar Baba y Lior Ashkenazi, Cedar flanquea una hora excepcional de película con un inicio y un desenlace que estropean el conjunto.