Mario Vargas Llosa fue distinguido ayer con el más prestigioso premio literario del mundo por su “cartografía de las estructuras del poder y aceradas imágenes de la resistencia, la rebelión y derrota del individuo”, según el fallo difundido en Estocolmo.
Desde que el mexicano Octavio Paz recibió el premio en 1990, justo un año después que el español Camilo José Cela, el Nobel de Literatura no recaía en un representante de las letras hispanas, que han sido premiadas once veces por la Academia Sueca, incluyendo el premio a Vargas Llosa.
El secretario permanente de la Academia Sueca, Peter Englund, amplió después la escueta motivación del premio difundida este año, y resaltó que el peruano es “un narrador que ha desarrollado el arte de la narrativa de una forma extraordinaria”.
“En su producción se puede ver que es un hombre apasionado. Y fue la reacción de una persona apasionada; se puso muy, muy feliz y muy emocionado”, dijo Englund tras haberle comunicado por teléfono la decisión del Comité Nobel al galardonado, que se encontraba en Nueva York, impartiendo clases en la Universidad de Princeton.
En una entrevista telefónica con la agencia sueca TT, Vargas Llosa, de 74 años, admitió estar “muy sorprendido” y confesó que no se esperaba el premio ni sabía que lo fallaban este mes, a pesar de que es un candidato sólido desde hace tiempo y de que los Nobel se anuncian tradicionalmente la primera semana de octubre.
“Creía que había sido completamente olvidado por la Academia”, dijo Vargas Llosa, quien añadió que estaba al corriente de que su nombre había sido mencionado en las especulaciones “hace muchos años”, pero sin saber “si era en serio o no”.
Sobre las razones del premio incluidas en la motivación, declaró: “Fantástico, espero que sea cierto”. El escritor peruano dijo que este galardón “no es sólo un reconocimiento como escritor, sino también a la lengua española, que es en la que escribo y que tiene mucha energía, es moderna y creativa”.
Sorpresa causó también en Estocolmo la elección de Vargas Llosa, que no figuraba en los primeros lugares en las listas de supuestos candidatos para suceder a la rumano-alemana Herta Müller, inesperada ganadora el año pasado.
Los nombres que más sonaban en la capital sueca y en las casas de apuestas eran los del novelista estadounidense Cormac McCarthy, el desconocido narrador keniano Ngugi wa Thiong’o y varios poetas, como el sirio Adonis o el sueco Tomas Tranströmer.
Vargas Llosa era un eterno candidato al premio, al igual que otros “pesos pesados” de la literatura como el estadounidense Philip Roth, el israelí Amos Oz o el italiano Claudio Magris, nombres que aparecen inevitablemente todos los años en las quinielas.
Pero, aunque la Academia Sueca asegura siempre que premia a autores individuales y no a países ni a corrientes literarias, se consideraba que a Vargas Llosa le perjudicaba el hecho de que el denominado “realismo mágico” latinoamericano ya había sido reconocido en 1982 al recibir el Nobel el colombiano García Márquez.
“Me quedé muy sorprendida. Claro que Mario Vargas Llosa es uno de los escritores más grandes de América Latina, un gigante. Pero se ha hablado muy poco de él en los últimos años, parece que le llega un poco tarde”, declaró Eva Beckman, jefa de Cultura de la televisión pública SVT, durante la retransmisión del anuncio del ganador.
Las palabras de Beckman reflejan en buena medida el sentir de los medios suecos, sorprendidos porque parecía que la hora del peruano había pasado, pero sin poner un pero a la decisión de la Academia.
Así, la edición digital de Svenska Dagbladet hablaba de “gran elección”, mientras que los tabloides Expressen y Aftonbladet la tildaban de “magnífica”.
Nacido en Arequipa (Perú) en 1936, Vargas Llosa tuvo una infancia movida por la separación temporal de sus padres, trasladándose pronto a Cochabamba (Bolivia) para regresar a los diez años a Perú, primero a Piura y luego a Lima, donde fue educado en una escuela católica y más tarde enviado al colegio militar Leoncio Prado.
Sus experiencias personales en esta institución fueron la base de La ciudad y los perros (1963), el libro que dio a conocer internacionalmente a este escritor que estudió Derecho y Literatura en Lima y en Madrid y que ha vivido en varias capitales europeas.
Conversación en La Catedral (1969), La guerra del fin del mundo (1981) y La fiesta del chivo (2000) son otros de los títulos que sobresalen en una brillante carrera culminada ahora con la concesión del Nobel de Literatura, dotado con 10 millones de coronas suecas (1,1 millones de euros o 1,5 millones de dólares) y que él mismo recogerá en Estocolmo el 10 de diciembre, según anunció a TT.