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Los irreductibles de Donald Trump

A sus entusiasmados seguidores no parecía importarles ni el atasco, ni la lucha por aparcar, ni los varios kilómetros de caminata

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  • Mitin de Trump. -

Cualquier otro candidato político se lo pensaría antes de dar un mitin un domingo a medianoche, pero a Donald Trump le gusta probar que detrás de él hay una legión de seguidores irreductibles.

Su "movimiento" está tan encendido que hoy logró congregar a más de 15.000 personas de varios estados en un área rural de Leesburg (Virginia) un domingo por la noche, a ocho grados y convocando a última hora el día antes.

A sus entusiasmados seguidores no parecía importarles ni el atasco, ni la lucha por aparcar, ni los varios kilómetros de caminata, ni la oscuridad, ni el frío, ni el domingo.

Los que pudieron ver a Trump de cerca le esperaron desde primera hora de la mañana, más de dieciséis horas, y miles de los que llegaron por la tarde lo escucharon desde fuera del granero estoicos, sin quejas.

El recinto de ferias del condado de Loudoun, el más rico del país, se llenó horas antes de que llegara Trump y unas 7.000 personas tuvieron que volver a sus casas con el mal sabor de haber hecho el viaje en balde.

El magnate comenzó su discurso reconociendo la "fortaleza" de sus seguidores y se jactó de tener a 8.000 personas en un mitin que comenzó ya en lunes pocas horas antes de que suene el despertador para el trabajo, la universidad o la escuela.

"Mira esto. Esto es enorme. Es increíble", comenta Julienne, señalando las largas filas de personas que suben y bajan cuestas entre animadas charlas, cánticos y consignas. Hay ambiente de gran concierto o partido.

"Esto, toda esta gente aquí, hoy, un domingo por la noche, es el grito desesperado de estas personas contra el sistema", opina, mientras comprueba nerviosa si su hijo ha logrado entrar. Ambos quieren celebrar sus cumpleaños escuchando "al próximo presidente de Estados Unidos".

"Aquí estamos los enfadados", interviene de pasada Matt Harris, que corre a hacerse una foto con un imitador de Trump.

Se mire donde se mire, hileras de la ya icónica gorra roja con el lema del magnate "Make America Great Again" ("Hagamos Estados Unidos grande de nuevo").

Estampados militares, banderas estadounidenses y carteles que piden encarcelar a la candidata demócrata, Hillary Clinton, completan el atrezo del evento.

"Es escandaloso que consiguiera la nominación como candidata. Es escandaloso", farfulla Michael Ericson, que, como la mayoría de seguidores de Trump, está convencido de que Clinton cometió un delito grave e imperdonable al usar un servidor de correo electrónico privado cuando era secretaria de Estado (2009-2013).

La noticia de que el FBI ha reafirmado su decisión de no procesarla solo les corrobora que "el sistema está amañado" y que es necesario que alguien de fuera de él, como Trump, irrumpa para cambiarlo.

"Yo estoy con él desde el principio porque creo que el país no lo debe manejar un político, sino un empresario. Él sabe como sacar adelante cosas reales", comenta Paul, un tranquilo chico de Arizona que estudia criminología en la Universidad George Mason (Virginia).

Cuando se le pregunta por los comentarios ofensivos de Trump, hace una mueca de desdén y apunta que "todo el mundo dice cosas así alguna vez".

"¿Son las mejores cosas que se pueden decir? No. ¿Van a cambiar mi opinión de él? Absolutamente no", zanja.

El último mitin de Trump en Virginia es el primero en la vida de muchos de sus seguidores: su gran logro es haber atraído y activado a una parte de población hasta ahora apática hacia la política.

"Este es el primer mitin de mi vida. Es súper emocionante. Solo él podría hacerme venir a un mitin", cuenta la joven Kelsey, que estrena su camiseta rosa de "Adorable deplorable".

Los seguidores de Trump se llaman con orgullo "deplorables" como las de Clinton se llaman "mujer asquerosa": toman los insultos proferidos por el oponente para reivindicarse y mostrar el orgullo por su candidato.

Para Christina y Phil, de mediana edad, este es también su primer mitin: Trump les gusta porque "habla claro, es honesto, es real, es un soplo de aire fresco", comentan a coro.

Como en su campaña, la fuerza motora de los eventos de Trump son sus seguidores más que la propia organización: las masas fluyen y se entretienen con escasa presencia de voluntarios.

Para algunos jóvenes Trump es sinónimo de entretenimiento. Un grupo se muere de risa con un vídeo de YouTube con las frases más sonadas del magnate.

Con humor y con el fervor que solo despierta un ídolo es como 8.000 personas, entre ellas niños e incluso bebés, aguantaron varias horas y kilómetros de esperas para escuchar poco más de treinta minutos del manido discurso de grandes clásicos de Trump (muro, proteccionismo, terrorismo, reforma sanitaria de Barack Obama), que el país entero se sabe ya de memoria.

"Lo que está claro es que Hillary no consigue estas multitudes", sentencia Ericson, que confía en que el martes los irreductibles de Trump sorprendan al país y al mundo con "una victoria legendaria".

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