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Un preso palestino cerca de morir tras 86 días sin comer para exigir justicia

Al Qeiq inició su huelga de hambre en rechazo a las condiciones de su detención que, según ha señalado su mujer, ha incluido episodios de malos tratos y se sustenta en acusaciones de incitación a la violencia y de supuesta pertenencia a Hamás, cargo por el que fue arrestado hace ocho años

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El prisionero palestino Mohamad Al Qeiq, periodista de 33 años, está al borde de la muerte en un hospital israelí tras 86 días en huelga de hambre en protesta por su detención administrativa (sin cargos ni juicio) por Israel y se ha convertido en un símbolo para la sociedad palestina.

Muy delgado, con la barba desarreglada, sin fuerzas y entre constantes dolores y pérdidas de conciencia es la imagen de este que retransmiten de él los medios de comunicación palestinos día si, día también, y que acompaña en fotos y pancartas las protestas diarias organizadas en diversas ciudades de Cisjordania para pedir una solución a su caso.

"Nuestra exigencia es que sea puesto en libertad y pueda elegir dónde o cómo quiere vivir", dijo a Efe su abogado Yawal Boulos, tras rechazar esta semana la oferta del Tribunal Supremo israelí de ser trasladado desde el hospital de Afula (Israel) a uno en Jerusalén Este en vez de a uno en Ramala, como reclama.

El reportero, corresponsal para un canal saudí, colaborador con medios del movimiento islamista Hamás, casado con una colega de profesión y padre de dos niños, fue arrestado de su casa de Dura (Ramala) en noviembre y puesto en detención administrativa, una figura legal que permite a Israel encarcelar a palestinos sin acusación por períodos de seis meses renovables indefinidamente.

Al Qeiq inició su huelga de hambre en rechazo a las condiciones de su detención que, según ha señalado su mujer, ha incluido episodios de malos tratos y se sustenta en acusaciones de incitación a la violencia y de supuesta pertenencia a Hamás, cargo por el que fue arrestado hace ocho años.

"La huelga de hambre es básicamente la única manera que tiene para protestar la ilegalidad de su detención y conseguir la libertad", opina Laith Abu Zeyad, abogado de la ONG de defensa de los presos palestinos Adamir (conciencia, en árabe).

Desde hace décadas, prisioneros palestinos han usado esta estrategia para denunciar las condiciones e ilegalidad de su arresto "porque la mayoría tienen muy poca confianza en la Justicia israelí".

"Cuando están en la cárcel y deciden sacrificar sus vidas, rechazar la comida y quizá morir por ello, queda de manifiesto que es la única alternativa que tienen. Usan sus cuerpos, que es lo único que les queda, para protestar", resume.

Al Qeiq ha perdido más de 13 kilos, capacidad auditiva y de visión y su estado de salud se ha deteriorado enormemente, con altas posibilidades de sufrir daños irreversibles y al borde del colapso.

Sobrevive a base de agua y sales minerales en una de las huelgas de hambre más largas que se recuerdan en la región.

Hace dos semanas el Supremo decidió suspender temporalmente su detención dada su situación crítica, pero también ordenó que no abandonase el centro hospitalario en el que está ingresado y donde se le forzó a recibir tratamiento médico en contra de su voluntad.

"Sin ser liberado, la suspensión del arresto implica que le puedan dar tratamiento médico. Y si rompe su huelga, podrían renovarle la orden de detención como ocurrió con otros huelguistas en el pasado", dice Abu Zeyad.

Jader Adnán es uno de los cientos de palestinos que precedió a Al Qeiq en su decisión de llevar su cuerpo al límite, negándose a ingerir alimentos durante 56 días hasta que consiguió que Israel cancelara su detención.

"Al Qeiq empezó esto como una huelga de hambre, pero se ha convertido en una manera de enviar afuera el mensaje de lo que ocurre y mantener a la gente unida", afirma a Efe este exprisionero en una tienda de campaña montada en Ramala en solidaridad con el periodista.

Adnan considera que la huelga es un método eficaz para presionar a Israel "en la lucha contra la ocupación", pero reconoce que "no siempre es así. El cuerpo de Al Qeiq está muy debilitado y debemos estar preparados para cualquier cosa".

Amnistía Internacional, la Unión Europea e incluso representantes de la ONU han pedido a Israel que presente acusaciones formales o libere, no sólo a Al Qeiq, sino a los 690 palestinos bajo detención administrativa que a día de hoy están confinados en cárceles israelíes.

Sin embargo, hasta la fecha las autoridades israelíes no han dado pasos en esta dirección y el reloj corre en contra de Al Qeiq.

"Es un símbolo para los palestinos sobre la determinación en perseguir tu causa. Y aunque está recibiendo mucho apoyo, necesitamos más. Nos quedamos sin tiempo para salvar su vida y cada voz cuenta", dice a Efe la joven Naqaa Hamed, una periodista que ha sumado su voz a la de otros cientos de personas que recorren las calles de Ramala reclamando su libertad.

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