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La tribuna de Viva Sevilla

La Feria de Caná

un cristiano debe ver la Feria con los ojos de uno de los invitados a las bodas de Caná, sostiene Ignacio Montaño, que fue comisario de Sevilla en la Expo'92.

Aclaro que mi amigo, al que debo el argumento de estas notas sobre la Feria de Abril, es sevillano y creyente, sin que yo me atreva a apostar sobre la solidez de su formación religiosa y sobre hasta qué punto cabe suscribir sus recomendaciones para feriantes cristianos; pero como cantan por Cádiz: “Dice cosas este loco que no parecen verdad, pero mentira tampoco”. -¡“Yo voy a la Feria como si me hubieran invitado a las Bodas de Caná, convencido de que allí están Jesucristo y su Madre y de que hay vino y mucha alegría”!

Su parecer es claro: un cristiano debe ver la Feria con los ojos de uno de los invitados a las bodas de Caná; seguro de que el Señor y la Virgen están en medio de nosotros y de que si se acaba el vino  habrá más de un milagro para remediar el entuerto y para que nosotros echemos una mano llenando las tinajas.

Y mi amigo se pregunta: -¿Hay algún sitio donde se cultive más el ambiente familiar? Y lo razona con bastantes argumentos. Si se tiene caseta, porque ésta se convierte en el portaaviones desde donde se va con los nietos a los cacharritos de la calle del Infierno, se vive y se come en familia y se sale y se entra con los amigos mientras se multiplican saludos, besos y abrazos.

Y si no se tiene caseta y venga uno de donde venga –de la capital o de los pueblos- la aventura es casi siempre colectiva y apoyada en las casetas de los amigos de verdad. -¡Y cómo se contagia la alegría en el ambiente de la Feria!

Muchas veces basta con ver alegres a los demás para compartir con inocencia, de corazón, este valioso sentimiento. Da igual que al pasar por una caseta bailen bien o mal las sevillanas, todo es motivo de una sana alegría.

Y con la predisposición del Gaitero de Gijón, de alegrar a los demás aunque uno tenga motivos para estar triste. Y mi amigo llega a más. -“¡Hay que hacer un esfuerzo para llegar al entusiasmo en la convivencia!”

Y sus razones son especialmente poderosas y cultas, porque entusiasmar viene del griego “llenar de Zeus”, es decir: cuando mi alegría alcanza el óptimo, es que estoy lleno de Dios y lo manifiesto.

-¡Que lo que se acabó en Caná de Galilea, en la boda donde Jesús y María se lo pasaron estupendamente, fue el vino!”

Y en eso tiene toda la razón, porque agua hubo hasta para hacer milagros.

¡Feliz Feria!

 Ojalá seamos capaces de vivirla como la Peña Cultural la Antorcha, que lleva a su caseta y al corazón de sus socios, a los que no tienen Feria; o como hacía en vida el salesiano Padre Gabriel con los chavales de las Trescientas. O como el recordado Rafael Vallejo, con su catavinos de plata y su generosidad con todos. ¡Y es que, para la gente de buena voluntad, en los pucheros de la Feria también anda el Dios de Santa Teresa!

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