Se cumplían 40 años de aquella faena que ofreció Rafael de Paula al famoso toro Sedoso, del Marqués de Domecq. En aquella feria fue lo que más sobresalió. Rafael culminó una de sus mejores faenas de su historia. Esta tarde, el mejor homenaje que se le podía hacer era el triunfo de Morante de la Puebla con el toreo arrebatador, a compás, como dice el maestro, que para gusto del aficionado llegó hasta el alma. Morante de la Puebla, inspirado, con ganas, y con una afición y pasión tremenda dejó para el recuerdo una de esas clásicas tardes que cuando el genio de la Puebla puede, lo hace con color y sonido.
Sucedió en el quinto de la tarde. Recibió por verónicas combinadas con chicuelinas y se veía que tenía muchas ganas. La faena de muleta tuvo como predominante la reminiscencia del toreo belmontino y clásico del pasado siglo.
Los muletazos sentado en el estribo como inicio de algo grande tuvieron sabor añejo, además de templanza y largura, corrigiendo las embestidas del animal. Con sentimiento se entregó en una faena donde brotaron las palmas por bulerías. Muletazos con cadencia y ritmo, nos trajeron al Morante en estado puro. Disfrutó el torero y el público. Tras esta explosión de torería, la estocada suficiente y el gozo general.
Con su primero, también estuvo entonado, en una serie de muletazos con ritmo y despaciosidad. No es fácil torear con el viento de poniente, que arreaba lo suyo. Pero Morante también toreó al dischoso aire. Los pinchazos hicieron que se le esfumara la oreja.
El Juli le cortó la oreja a su primero con un faena de su estilo, afanosa, a un toro noble, obediente, que se apagó en las postrimerías de la faena de muleta. El Juli estuvo listo y supo arrancar el trofeo.
El que le abrió la puerta grande y se ganó el indulto fue un toro que derribó en vara a Barroso porque cogió al caballo por los pechos. Una de las virtudes del animal es que humillaba y obedecía como un cordero.
Destacó José María Soler en banderillas y El Juli se dobló con él en la primera serie. Hubo muletazos por bajos, ante un animal noble, dócil y obediente, que se entregó a la muleta de Juli, que se enrollaba una y otra vez en los muletazos intercalados con circulares interminables.
Lo más destacado fue el toreo vertical. De inmediato aparecieron los pañuelos blancos pidiendo el indulto, que ya sucedió el día anterior y que con razón no se concedió. El presidente, que había sacado el pañuelo blanco para el aviso, se vio obligado a sacar el naranja.
Aquello fue un clamor. El presidente no quiso complicarse la vida y Corchero, que así llamaba el toro, volvió a los corrales. Discutible el indulto en una plaza donde años han salido toros con más calidad pero se ha mantenido el criterio y el rigor como corresponde a esta plaza de toros de Jerez. El público salió feliz. Todos contentos y hasta el año que viene.
Rivera Ordóñez, del que ya extrañó su inclusión, toreaba 35 años después de la última faena de su padre en Jerez. Se encontró con el viento en contra y estuvo decoroso, intentándolo ante un toro que manseó y, aunque despegado, consiguió algunos derechazos. Én su segundo, la faena fue incolora con muletazos voluntariosos, porque el toro no era de fiar. Intentó alargar la faena y dejó una estocada entera, aunque sólo recibió silencio, por lo que no pudo acompañar al resto de la terna en la salida a hombros por la puerta grande, que con justo merecimiento sí lograron Morante y El Juli para clausurar la feria taurina de Jerez de este año.
Ficha técnica.
Ganadería Toros de Garcigrande/Domingo Hernández. Corrida terciada, cómodos de pitones, nobles, faltos de casta.
Espadas. Francisco Rivera Paquirri, palmas y silencio. José Antonio Morante de la Puebla, ovación y dos orejas; y Julian López El Juli, oreja y aviso con dos orejas y rabo simbólicos.
Incidencias. Tres cuartos largos de entrada.