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'Golpe de suerte': la virtud de la sencillez narrativa de Woody Allen

Su historia remite a algunos trabajos precedentes, pero en ella sobresale la naturalidad de su cine como genial discordancia en mitad de la cartelera

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Antes de la proyección de Golpe de suerte aparece un saludo de bienvenida de Woody Allen agradeciendo la asistencia a las salas para ver la que, posiblemente, sea su última película. Si lo es no será recordada como una de sus grandes obras, pero sin duda alguna en ella sobresale la naturalidad de un narrador que ha hecho de la sencillez una gran virtud, como genial discordancia asimismo frente al resto de películas que compiten en este momento en la cartelera comercial.   

Ambientada en París, como podría haberlo estado en cualquier otra gran ciudad occidental -obedece, cómo no, a la procedencia de la financiación-, cuenta el reencuentro casual entre Fanny y Alain, antiguos compañeros de clase entre los que se consuma el deseo de estar juntos después de tantos años. Fanny, que lleva una vida muy acomodada junto a su marido, un peligroso y a la par prestigioso especulador financiero, empieza a despertar sospechas en casa, mientras ella misma pone en duda la necesidad de seguir adelante con su vida de casada.

Allen compone una trama tan clásica como sencilla que discurre entre un efervescente romanticismo, el thriller y la comedia ligera, que es donde mejor se mueve su autor; en especial en el tramo final de una película en la que profundiza en cuestiones como el azar y el destino, que son los que agitan la existencia del cuarteto protagonista -se suma al trío inicial Valerie Lemercier, la madre y suegra, que aporta unas dosis de comicidad prestadas de la Diane Keaton de Misterioso asesinato en Manhattan-

En este sentido, no hay nada en Golpe de suerte que no hayamos visto ya en otras películas de Allen, tanto en la construcción cómico-dramática, como en el retrato de cierta clase alta parisina -sus eternos snobs-, incluso a nivel autorreferencial -la forma de introducirnos en la historia desde el primer plano; la excitación emocional causada por acontecimientos extraordinarios en la vida corriente de sus protagonistas; la cómica resolución-.

Y sin embargo, detrás de esta discreta pero consistente película hay más cine y autenticidad que en el 90% de filmes que se estrenan hoy día, y solo eso compensa todo lo demás; incluido el acierto de deslumbrarnos con la presencia de Lou de Laâge -su Scarlet Johansson francesa-, la citada Valerie Lemercier y un muy efectivo Melvil Poupaud.

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