Con la nunca excesivamente valorada guitarra de
Manuel Valencia, que dio la bienvenida con un solo, y las
palmas de Macano y Javier Peña, la artista
Tomasa ‘La Macanita’ subió al duende más gitano hasta la azotea de la Fundación Cajasol de Cádiz, en la céntrica plaza de San Antonio, siendo la segunda jornada del
IV Estival Flamenco.
Su voz quiso quedarse perpetuada en la trimilenaria tierra que vio nacer a la Perla más brillante del cante, a la que quiso recordar en las bulerías del final. Antes, con un atuendo de diva jonda, hizo un recorrido por sus estilos habituales como la soleá o los tientos tangos. Principio este
Mirando al Sur, título de la propuesta, con ‘Tierra adentro’, alegrías recogidas en el disco
La Luna de Tomasa (Flamenco & Duende, 2001). El público llenó la coqueta azotea del edificio, un aliciente más para disfrutar del flamenco más cercano y natural, de ahí que la cantaora se sintiese generosa y sonriente.
En los tientos y en la soleá volvió a demostrar ser la figura que es, de esas que ya han pasado a formar parte de los capítulos más prestigiosos del libro de este arte, aunque algunas corrientes de la opinión especializada aún les cuesten reconocerlo. Pasados los años, muchos dirán: yo estuve esa noche en Cádiz.
La malagueña cumplió con la herencia del Mellizo, y recurrió a su amplio repertorio para cambiar de registro y hacernos tocar el cercano cielo con ‘Volver a Verte’, letra y música del recordado Fernando Terremoto Hijo y que formó parte del disco
Solo por eso (Nuevos Medios, 2009).
La Macanita, que coge el testigo en el ciclo de Pedro El Granaíno y se lo pasa a Jesús Méndez, que estará el 26 de agosto, cerró su gran noche por bulerías, entre suspiros de rosas de pitiminí.