El pasado viernes, Fernando Barrera presentaba su libro
Mis memorias de Jerez. 1940- 1921 en el que hace una radiografía de los últimos 80 años de la ciudad de Jerez. Con el orgullo de que quede para la posteridad, el libro está escrito a beneficio de la obra asistencial de la Hermandad de la Defensión, fundada por Barrera.
Antes que nada, ¿qué supone lanzar este libro?
–Es un anhelo que yo tenía desde hace más de 30 años. En su día, animaba a amigos míos mayores que yo que habían estado viviendo el Jerez de los años 20 en adelante y estábamos detrás de ellos para que eso no se quedará en el olvido y al ver que ellos no lo han hecho, yo me propuse hacerlo y ahora con la pandemia he tenido más tiempo para meterme en mis memorias y poder sacarlo todo a relucir. Con mucha alegría, como un regalo. Cuando te dan un premio sin que te hayas presentado ni nada de eso pues te llevas una sorpresa muy agradable y si el premio viene de donde eres, pues con más alegría se recibe.
¿Qué pueden decir sus memorias sobre Jerez?
–Son más de 80 años de la historia de Jerez, casi desde que tengo uso de razón. He tocado lo que de verdad siento y he vivido. Había cosas como por ejemplo el toro, el flamenco o el caballo que están más que divulgadas por muchos libros y al no ser yo una autoridad en eso, lo he tocado de refilón cuando ha sido necesario. Principalmente he tocado el tema de la cultura, el teatro, las artes escénicas y por supuesto la Semana Santa que ocupa gran parte del libro. Se habla de las tres Misiones Generales que hubo en Jerez o la devoción mercedaria o carmelita. Otro de los aspectos destacados es la hostelería, aquellos bares de los años 40. Jerez ha tenido una gran hostelería en toda su historia. Todo ha sido rematado por Antonio Luis Rodríguez que ha hecho una preciosidad de portada.
Dentro de esas memorias tendrá un hueco especial su Hermandad de la Defensión. ¿Qué lugar ocupa?
–Ocupa un lugar preferente, es el final del libro y a la vez, es de lo más extenso del libro. La Defensión tiene gran parte del libro, desde que yo la fundé junto a Paco Fernández García Figueras hasta hoy prácticamente. De hecho, las últimas fotografías son del año 2021 de la Veneración del Cristo de la Defensión que vino el estandarte del Regimiento de Artillería 74. A nivel más general he intentado, sobre todo, mencionar a las personas que fueron algo en las hermandades, para que el lector sepa las personas que han sido los pioneros de la Semana Santa de Jerez. Nombres de personas que han traído joyas a Jerez como el palio de Rodríguez Ojeda de la Amargura de Sevilla, Jerez ha traído mucho de Sevilla, que ha perdido auténticas joyas.
Y de esa hostelería tan buena que habla, ¿qué destacaría?
–Lo que había en los años 40 era fantástico. Había un bar que lo pongo en primer lugar porque para mi era el numero uno; el Bar Joaquín, en la Calle Lancería antes de Plaza Esteve, cerca de lo que hoy es Abrines. Este bar tenía una cocina maravillosa hecha por Rosa, la mujer del dueño y que en paz descanse. También estaba el Bar Pepín en la calle Algarve, pequeñito, pero con su clientela. Jerez era una ciudad en la que el tapeo era maravilloso, la calidad de los productos era genial.
Después de tanto vivido, ¿son unas buenas memorias las que tiene sobre Jerez?
–Muy buenas, al final tengo que decir que casi el tiempo pasado fue mejor, yo ahora no estoy viviendo a plenitud como entonces a pesar de la etapa política que se vivía en los años 40, algo de lo que también hablo en el libro, las visitas de Franco a Jerez.
¿Distan mucho sus memorias del Jerez de hoy en día?
–Sí, dista mucho en el sentido de que los actos que se celebran hoy están muy descafeinados. Ahí ha hecho mucho la separación de Iglesia y Estado, que antes colaboraban muchísimo. Aspectos como el Año Santo Mariano que acompañaba todo el Estado solemnemente. Y como eso, muchísimas cosas más recientes como la Magna del 2000, el ViaLucis. Lo he hecho todo por mis nietos, bisnietos y todos los jerezanos que vengan detrás de nosotros, puedan acudir a la biblioteca y ver lo que era Jerez en esa época. Yo no he visto muchos libros sobre el Jerez de los años 40 en adelante que traten estos temas de manera tan general. Todo lo que se hacía en Jerez en aquellas épocas como por ejemplo las Fiestas de la Vendimia, eran maravillosas, hechas con un gusto maravilloso, pero como suele pasar en Jerez, la miel no está hecha para la boca del asno, y hay muchos asnos.
Ya que es el tema que más sale en el libro, culturalmente, ¿qué le falta a Jerez?
–Jerez ha tenido la suerte de que el Teatro Villamarta abrió sus puertas de nuevo en el 86 y desde entonces ha sido y es una fuente de cultura magnífica. Yo he vivido recientemente conciertos sinfónicos, óperas… todo de una calidad maravillosa, en ese sentido Jerez sigue siendo una gran ciudad cultural, pero antes había una entidad que era Ánfora Club de Arte que fue un revulsivo en esta ciudad en los años 40 al igual que fue la Academia de San Dionisio. Entre ellas dos había siempre una disputa cultural para ver quien traía los mejores artistas a Jerez.