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Andalucía

Corazón de plástico

La IA ha llegado para quedarse, está ahí, a centímetros y todos nos vamos a lanzar a su uso según vayamos conociendo su capacidad

Publicado: 28/03/2025 ·
10:42
· Actualizado: 28/03/2025 · 10:42
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  • El jardín de Bomarzo.

“A la gente le preocupa que las computadoras se vuelvan demasiado inteligentes y se apoderen del mundo, pero el verdadero problema es que son muy estúpidas y ya se han apoderado del mundo”. Pedro Domingos, catedrático de la Universidad de Washington.

El término artificial ha cogido rango pese a que resulte antagónico con otros cuya naturaleza es de origen más natural o noble. Levantamos el césped para colocar planchas de uno artificial porque estéticamente es similar, verde tono acaba de llegar la primavera, no requiere de apenas cuidados, no hay que cortarle ni abortar hierbas o matojos molestos y siempre luce idéntico porque es de plástico y, por ello, cuando el ardiente sol de este cálido sur arremete con virulencia no hay quien descalzo lo pise. Frente a ese otro que está vivo, huele a húmedo porque la tierra transpira, acumula bichitos que generan fauna microscópica bajo las briznas y hacen del subsuelo su hogar, cambia de tono y crece o se detiene en función de la época del año y es, sobre todo, fresco. Uno está vivo, el otro no.

Es lo que tienen los avances tecnológicos, se cuelan en nuestras vidas para cambiarlas. Unos se imponen sin dejarnos opción a elegir, como las transacciones bancarias: ya casi no hay oficinas o cajeros ni personal para sacar dinero o transferirlo. Avances a los que aportan, algunos, comodidades y dominan el día a día como el móvil, del que ya es imposible separarse, internet o las redes y empezamos a ser conscientes de que a cambio regalamos nuestros datos a no se sabe qué oscuro interés.

Esta fuente inmensa de información de todos los ciudadanos del mundo está siendo manejada por aplicaciones de inteligencia artificial. Cuando entramos en internet y buscamos un objeto para comprar o miramos viajes, en los días sucesivos se nos abren ventanas con anuncios del tema. O, peor aún, conversaciones mantenidas con alguien sobre un deseo de tener o comprar algo, luego en las redes y webs sale, casualmente, publicidad de lo hablado. Es lo más simple que manejan algunas empresas mediante inteligencia artificial.

La IA ha llegado para quedarse, está ahí, a centímetros y todos nos vamos a lanzar a su uso según vayamos conociendo su capacidad generadora de información, ayuda en el trabajo o en quehaceres diarios, domésticos, profesionales. A cambio nos someteremos al riesgo del control máximo, fichados, perteneciendo a distintos listados de los sesgos sociales en los que la IA nos clasifique y, por supuesto, su uso es de difícil control, al menos en estos momentos en los que se ha iniciado una regulación aún escasa para la rapidez con la que están trabajando los operadores de sistemas, que con el manejo de los datos pueden llegar a funcionar con un alto grado de autonomía e influir en la sociedad con recomendaciones, valoraciones y decisiones sin necesidad de una programación de datos previa.

El año pasado la Unión Europea aprobó el Reglamento (UE) 2024/1689, de 13 de junio “por el que se establecen normas armonizadas en materia de inteligencia artificial”, centrado en los riesgos del uso de la IA, determinando usos prohibidos y respecto a los permitidos fija niveles de riesgo sobre los efectos que pueden tener sobre las personas, estableciendo medidas para asegurar que la IA se utilice de forma ética, responsable y confiable.

Justo en estos días el gobierno de España ha presentado un Anteproyecto de Ley “para el buen uso y la gobernanza de la inteligencia artificial” en el que se determinan los hechos que se califican como infracciones muy graves, graves y leves y las multas correspondientes. Dice su Exposición de Motivos: “Se introduce por medio de esta Ley, de forma novedosa en el ámbito de la Unión Europea, un nuevo derecho digital garante de derechos fundamentales básicos de la ciudadanía, cual es el derecho de desconexión o retirada del mercado de sistemas de IA que hayan provocado incidentes graves”.

Entre las infracciones muy graves se encuentra el uso de un sistema de identificación biométrica remota «en tiempo real» en espacios de acceso público, o sea sistemas que identifican a las personas que, por ejemplo, se encuentran en un parque o una calle, ofreciendo todos sus datos. Sólo quedará permitido su uso cuando tenga por objetivo la búsqueda selectiva de víctimas de secuestro, trata o explotación sexual de seres humanos, actos terroristas o situaciones similares. También se considera infracción grave cuando los sistemas de IA generen contenido de audio, imagen, video o texto, incumpliendo la obligación de marcar los resultados de salida de tal modo que pueda detectarse su naturaleza artificial; algo que obliga el reglamento europeo y que, por cierto, a través de las redes es de usual incumplimiento.

No se sabe cuándo este ante proyecto se convertirá en Ley, hasta tanto no hay sanción alguna por nada y los sistemas de IA evolucionan y trabajan sin coto alguno.

La Policía Nacional presentó en 2018 una herramienta nueva denominada Veripol que, mediante un algoritmo, parecía capaz de detectar denuncias falsas con una elevada precisión gracias a un método de aplicación de palabras y que podían determinar si las denuncias eran verdaderas o faldas; según Veripol, palabras como día, abogado, seguro o espalda señalaban una denuncia falsa, mientras que otras del tipo de repetir varias veces el número doscientos, adverbios como apenas o una determinada marca de móvil señalaban que la denuncia era verdadera. Tras seis años de distintas pruebas en diversas comisarías, con pruebas analizando más de 84.000 denuncias, el Ministerio del Interior hace unos días ha anunciado que desestima su uso por carecer de validez en procedimientos judiciales y por una serie de anomalías esenciales como, por ejemplo, que la herramienta no tiene en cuenta la diferencia de lenguaje entre territorios. Espalda o apenas pueden tener diferentes trasfondos de significado entre un individuo malhechor de Bilbao y otro de Cádiz, se ve.

Estamos, por tanto, en un momento álgido en la introducción de la IA, palabras ambas antagónicas entre sí, hay que insistir. Una de las aplicaciones estrellas de este artificio algorítmico aplicador de datos se puede centrar en la administración pública, que gestiona el bienestar común y que -en general- es lenta elaborando informes, aplicacando de leyes. Como siempre unas administraciones avanzarán en su uso más que otras y las últimas serán una gran mayoría de los 8.132 ayuntamientos que aún no cuentan ni con una implantación total de la administración electrónica, pese a estar obligados desde hace más de una década.

A nadie escapa que el funcionariado y los sindicatos son siempre reacios al cambio organizativo“para qué cambiar lo que siempre se hizo así” es frase habitual en el mundo de lo público. La llegada de la administración electrónica ya resultó una amenaza por el temor a que implicase una menor necesidad de personal y si en muchas administraciones aún no se ha conseguido su total implantación no es sólo por el coste económico que de entrada supone sino, también, por la falta de interés entre el propio personal. Esto indica la resistencia que existirá ante la puesta en marcha de sistemas de IA, que harán muchos trabajos en un tiempo menor que los empleados. La atención a los ciudadanos, la información, es de los primeros campos en los que se puede aplicar y ello redundará en reducción de la necesidad de funcionarios dedicados a este trabajo. Lo mismo ocurre con el trabajo de redacción de informes, documentos, resolución de recursos y reclamaciones y, en general, cualquier trámite burocrático que en manos de una IA serán pocos minutos, cuando las personas pueden tardar días. La organización de actividades, eventos, el estudio de las distintas solicitudes y sus respuestas, la gestión de cualquier servicio, todo será dirigido por IA y por el camino se irán reduciendo las plantillas. Algo a lo que sobre todo los sindicatos no van a colaborar porque se quedan sin trabajadores a quienes representar y, en consecuencia, peligra su supervivencia. Ya resulta para ellos preocupante la escalada de jubilaciones que se ha iniciado y que no cesará, derivado del hecho de que fue en los años ochenta y noventa del siglo pasado cuando entró más personal en los ayuntamientos y cuando se crearon las administraciones autonómicas. El número de jubilaciones no se está reponiendo en igual medida, lo que podría aprovecharse en las administraciones públicas que apuesten por implantar IA.

Otra cosa será la deshumanización de la gestión e incluso el uso de los gobernantes, con una IA adaptada a sus políticas, sin una mínima resistencia de un técnico que pueda negarse. Aún parece ciencia ficción, pero avanzamos rápidamente hacia la implantación total del césped artificial en este nuestro mundo, más bonito, menos costoso, más rápido de poner a punto y menos conflictivo. Plástico puro.

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