La máscara respiradora

Publicado: 14/12/2020
Autor

Adelaida Bordés Benítez

Adelaida Bordés es académica de San Romualdo. Miembro de las tertulias Río Arillo y Rayuela. Escribe en Pléyade y Speculum

Hablillas

Hablillas, según palabras de la propia autora,

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Los lectores más románticos lo asociarán al del monstruo de una película en blanco y negro, con susurros primero y gritos después.
El titular se las trae, pero así rezaba en la noticia y la hablilla, caprichosa ella, lo ha tomado prestado esta semana. Vista la imagen, resulta chocante su apariencia, como los ojos aumentados de una mosca, y aún más ilustrando la foto en el periódico virtual que sube y baja en el móvil con el roce del dedo anular. Estas cosas no son aptas para la hora del desayuno, sin embargo nos exponemos a ello cuando nos ubicamos en la realidad diaria con los últimos sorbos del té. Ciertamente tiene un título tan evocador como un electrodoméstico. Los lectores más románticos lo asociarán al del monstruo de una película en blanco y negro, con susurros primero y gritos después. Y sin embargo es eso, una máscara para respirar en esta etapa donde resulta necesaria y obligatoria. Es un grado superior en la escala de protección, pero ésta sube varios más si nos referimos a los materiales empleados, porque se han utilizado oro blanco y diamantes. Y es que el afán de innovar, llamar o distraer la atención en esta pandemia lleva a ofrecer opciones en cuanto a convertirla en complemento de moda. Ocurrió con las mascarillas, de las quirúrgicas pasamos a las de tela con filtro y luego a las de tejido antifluidos.

La máscara respiradora, por lo visto, ha seguido el mismo proceso, el material habitual se ha revestido con un baño del metal con incrustaciones preciosas, a fin de convertirla en un complemento no solo protector, sino que aporte estilo a la indumentaria, dice el texto. En realidad, no se diferencia mucho de la conocida, si bien el susto es mayor al dejar el bolsillo pelado y atacada la cabeza, porque no alivia el respingo producido por su apariencia. Salvo los materiales, el diseño no ha variado. Es el mismo que apareció en la película titulada Sherlock Homes y la máscara de la muerte, donde morían mendigos en serie y uno antes de expirar dijo haber sido atacado por unos monstruos blancos con caras de demonios; el mismo que aparece en los reportajes sobre la Segunda Guerra Mundial o publicitado en las doce millones seiscientas mil entradas bajo el casillero del buscador; el mismo que ha sofisticado la joyería rusa autora de un complemento tan particular, donde lo mejor demostrado ha sido el trabajo de orfebrería, la destreza al incrustar los diamantes.

La hablilla se queda sin espacio y sin saber quién la comprará dado su precio, ciento nueve mil euros. Parafraseando a José el gallo “hay gente “pa tó”. Ánimo. Sigamos siendo responsables.

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