A Don Carnal le castigó Francisco Franco por pagano prohibiendo que se celebrase el carnaval y en 2021 fue una pandemia por razones sanitarias la que impidió el despliegue de esta expresión popular de alegría y catarsis en las calles de todo el país.
Pero en las zonas más rurales de Galicia el espíritu del carnaval resiste, pese a las prohibiciones, preservando ese espíritu libre y transgresor que caracteriza a esta festividad. La pandemia ha permitido ver un entroido más auténtico, menos deturpado por la presencia de visitantes.
Así lo atestiguan los personajes ancestrales del entroido orensano que salpican los distintos puntos de la geografía gallega, Pantallas, Cigarrones, Peliqueiros, Boteiros, felos y otros personajes que fueron recuperados recientemente y que, después de un año en blanco por las restricciones, luchan por mantener vivas sus tradiciones.
A sus 60 años, Suso Fariñas es una de las voces más veteranas del entroido de Xinzo. El año pasado, con la irrupción del minúsculo patógeno, tan solo pudo vestirse en casa, por la pandemia, y, este año, con tres costillas rotas, pudo quitarse “ese veneno” que lleva dentro desde el año pasado y salir a la calle.
“Es algo que heredamos de nuestros antepasados, al igual que heredas fincas o bienes, en la casa de mis abuelos había trajes y capuchones en un arcón. Yo tengo unas campanillas de un tío abuelo mío”, comenta a Efe. De su juventud, recuerda que durante la mili llegó a ser apresado por ir al entroido pese a que no le dieron permiso.
“El sargento de turno me dijo que no podía ir pero yo vine igual, así que la Guardia Civil fue a casa de mi madre, me declararon prófugo y acabé en el calabozo un mes”, rememora.
Pese a las prohibiciones que sufrió el carnaval desde diferentes estamentos, los vecinos recuerdan cómo estos personajes siempre consiguieron salir por las aldeas, desafiando las normas establecidas.
En Maceda, Xosé Manuel Gil, 52 años, que porta unas máscaras que tienen cien años de antigüedad recuerda que los felos siempre salieron por la sierra. "La figura de los felos no se perdió nunca. Debido al aislamiento, allí no iba la Guardia Civil, solo los curas. Y si iban, se escondían”.
El despoblamiento y el éxodo de los jóvenes provocó que el entroido de Maceda al igual que en otras zonas sufriese “un deterioro importante en los años 70 y 80” al perderse la transmisión oral y, con ello, los fiadeiros y los reinados, que ahora tratan de recuperar.
Después de no poder salir el año pasado, Gil constata que este año hay “muchas ganas de vestirse, volver a salir y de disfrutar”. En medio de la despoblación acuciante, para estas zonas “perder un año como pasó con la pandemia causa miedo, no queremos que desaparezca esta transmisión oral”, explica Gil, quien todavía recuerda cuando le contaban cómo "tenían que dormir en pajares o esconderse” para no ser capturados.
Ya en el oriente orensano, las localidades de Viana do Bolo, Vilariño de Conso y Manzaneda luchan por mantener vivo su propio “triángulo de entrudio”, acepción que utilizan para describir este carnaval, quizá uno de los más singulares y rurales de Galicia.
Pedro Basalo, estudioso del entrudio vianés destaca la gran riqueza cultural que existe en esta zona, que cuenta con terminología propia: además del boteiro, figura central de la localidad, el carnaval de Viana tiene diferentes representaciones. Están los “fuliones” -comparsas- y las fuliadas o disputas, una representación teatral que narraba en verso en las aldeas los sucesos acaecidos a lo largo del año, “típicas de esta zona” y que fueron recuperadas recientemente.
Después de ponerse el traje el año pasado de forma simbólica “para que no fuese un año en blanco”, Basalo cuenta la ilusión que representa pasar de un carnaval “robado” a estrenarse como “El de Esquilas”, figura equivalente al boteiro que va “en la comparsa” y tiene sus propias funciones, entre ellas, la de hacer de galán.
Con estas zonas pugnando por no perder estas tradiciones, este estudioso refiere cambios en la evolución de estos personajes que se han ido enriqueciendo con el paso del tiempo. En aquel entonces, recuerda, “eran más rudimentarios, todo era más artesanal, se aprovechaba lo que había por casa. Por ejemplo, en las pantalla del de Esquilas se ponían postales o si había un tapete bonito se cosía en la camiseta”. Los cintos se hacían y deshacían, puesto que las campanas tenían una vida útil en el ganado”, explica. Además, en el franquismo, los teatrillos tuvieron que celebrarse “de tapadillo”.
Casi tres décadas después de su desaparición, esta localidad consiguió recuperar hace tres años estos teatrillos, devolviendo la vida a las aldeas.
En Bande, Luis Rodríguez, conocido como “el abuelo”, reivindica la figura del troteiro, que fue recuperada el año 2000 gracias a la implicación vecinal y que debe su nombre a que antiguamente “trotaban” por las aldeas. Aunque cada aldea tenía su propia versión del traje, finalmente este se unificó.
Con la vista puesta en la situación sanitaria, este año tampoco irán por las aldeas aunque sí van a salir después de haberse confinado el año pasado. Y es que en ninguna de estas localidades contemplan vivir un segundo año en blanco. “Cuando te pones el traje, te olvidas de todo, eres otra persona; esos días aprovechas para meterte con la gente pero sin ofender a nadie, siempre dentro de la amabilidad”, concluye Rodríguez.
Galicia
El mágico carnaval gallego que resistió a las prohibiciones
Pese a las prohibiciones que sufrió el carnaval desde diferentes estamentos, los vecinos recuerdan cómo estos personajes siempre lograron salir por las aldeas
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