El final está ya escrito, queda ahora por definir cómo de tortuoso y qué precio se está dispuesto a pagar en cada uno de los dos bandos en esta deriva instalada entre los dos socios de Gobierno del Ayuntamiento de El Puerto.
La cuenta atrás hace tiempo que se inició. La crisis institucional abierta muestra ahora de manera transparente, transversal y desacomplejada las diferencias que desde meses atrás se han intentado taponar y obviar de todas las maneras posibles e inimaginables, por unos y otros.
Ya, ni el aguante ni el tiempo sirven de excusa para ocultar las desaveniencias. El desgaste y las presiones de los últimos tiempos no hacen sino acelerar la descomposición instalada en las altas esferas de Peral por la erosión lógica de un Gobierno maniatado.
La falta de ideas salta a la vista con una insuficiencia de control sobre materias básicas que torpedean el normal funcionamiento del Consistorio portuense.
La incapacidad de contentar a todos llega con la amenaza que desde Izquierda Unida se traslada para señalar, según ellos, al culpable de que su pilar básico electoral, la participación, sea boicoteada por la inacción de su socio de Gobierno local, el PSOE.
La tesitura de IU de no poder hacer frente a una de sus máximas y ver como el mundo vecinal empieza a rebelarse ante la falta de credibilidad mostrada, incomoda a la formación de Antonio Fernández, que ya no asume como propio un problema no generado por estos.
Por ahí, no. La coalición entiende ser ya demasiados los problemas asumidos como para con éste, tan crucial y tan definitorio como son los Presupuestos Participativos, verse marcado y señalados por los suyos. De hecho, de las exiguas partidas municipales invertidas, son las únicas con las que desde el Ayuntamiento se ha apostado por publicitar esta medida participativa.
La misma que empezó a encontrar la falta de implicación de vecinos y ahora secundado por técnicos y políticos afines al propio Gobierno.
Ni que decir tiene la complicación argumental de querer confeccionar un Presupuesto, otro más, el de 2018, sin tener en pleno noviembre aún aprobado el de 2017. Una incongruencia que se suma al bloqueo encontrado ahora por parte de su propio Gobierno.
Un fracaso que aún debe marcar los tiempos para hallar el definitivo adiós. Con las asambleas nuevamente recuperadas, la fecha de caducidad llegará más pronto que tarde. Es cuestión de tiempo y de oportunidad de romper.
Sea por los Presupuestos Participativos u otra cuestión de las muchas que aún deben despachar.
Otra vez pierde la ciudad
El principio del fin está cerca, tanto que la cuenta atrás del Gobierno local ha entrado sin remisión en su recta final, una existencia virtual y sustentada artificialmente que ha sobrevivido, más por intereses propios que por generales visto lo visto. Un sino que ha parecido acompañar a este equipo de Gobierno desde casi su composición allá por junio de 2015.
La inestabilidad institucional, salida de un acuerdo tripartito que confluyeron a tres formaciones nacidas ante unas dudas existenciales, es el final de una muerte anunciada.
Ni los cambios obligados en las distintas concejalías sirvieron poco más que en un cambio de cromos de concejales en áreas diferentes con idénticos resultados.
Es el retrato de unas secuencias que desde su composición no hicieron sino avivar la desconfianza que se constata a tenor de las presiones que se han ido aumentando a lo largo de este tiempo.
El futuro es invariable en acontecimientos complejos de definir. Desde que el PSOE y su alcalde decidan frenar el descontento con la hasta ahora única formación que lo escucha, a una dimisión, la que se sondeó meses atrás, como salida digna y calmante.
De la Encina mira, escucha y valora
Si de algo se caracteriza el alcalde David de la Encina es que en ciertos temas es altamente previsible. Transparente. Las turbulencias acrecentadas por su todavía socio, IU, no le inmutan de cara a la galería.
Nada de declaraciones ni nada de aspavientos públicos. Silencio absoluto ante lo que se entiende es un nuevo estallido de rebelión en la Alcaldía. Cierto que ante el desafío de Levantemos no dudó en cesarlos y perder la estabilidad numérica con ello.
El escenario que se presenta es bien diferente, como también los componentes partidistas que se juegan a otras esferas supralocales que influirán en acortar los tiempos de la ruptura o en parchear un compromiso que parece no hallar el sustento definitivo.