El pasado 23 de enero, Gints Zilbalodis se abrazaba a su perro tras confirmar la nominación de su película a los premios Óscar en la categoría de mejor película de animación. Lo que no se esperaban (ni él ni su perro) es que la nominación llegase por partida doble al conseguir también un puesto entre las nominadas a mejor película internacional, un hito histórico que aún no se había dado en la historia de los premios de la academia estadounidense. Por si la hazaña no fuese ya lo suficientemente prodigiosa, debemos tener en cuenta que Flow, la película en cuestión, es una producción letona independiente que ha sido renderizada por completo en Blender, un software libre de código abierto mayoritariamente utilizado en producciones de bajo coste.
Flow narra las aventuras de un solitario y asustadizo gatito negro que ve truncada su apacible rutina cuando se ve obligado a huir de una imparable inundación. El mundo que descubrirá durante su viaje parece estar en constante cambio, y en él no hay humanos. Los pocos vestigios que quedan de la humanidad no se corresponden con nuestra época, y evocan las ruinas de civilizaciones antiguas. Lo que sí encontramos en este extraño y hermoso mundo son otros animales (perros inocentones e instintivos, lémures impresionables y acaparadores, pájaros secretarios altivos e imponentes y hasta una carismático capibara) con los que el gatito protagonista deberá aprender a relacionarse para sobrevivir.
Lo cierto es que Flow navega a contracorriente de las tendencias dominantes en el cine de animación de alto presupuesto: está protagonizada por animales no antropomórficos; es una película que destaca por su absoluta ausencia de diálogo; y tiene un estilo naturalista que se ve reforzado por el uso de tomas largas e inmersivas, que huyen del hiperrealismo para abrazar una especie de realismo mágico en el que la cámara flota siguiendo a sus personajes. Teniendo en cuenta todas estas características, la película no solo sale a flote, sino que se eleva como un relato atemporal y universal sobre la necesidad de enfrentarse a los miedos y las ventajas de la empatía y el trabajo en equipo sobre los prejuicios y la individualidad.
Recientemente leía que la asociación española de pediatría ha endurecido sus recomendaciones sobre niños y el uso de pantallas, recomendando un uso cero hasta los 6 años de edad. ¿Cómo se supone que voy a esperar 6 larguísimos años para enseñarle a mi hija esta maravillosa fábula animal? Estoy por investigar qué dicen los pediatras letones sobre esto. Mientras tanto, pueden llevar a sus hijos e hijas mayores de 6 años a los cines Artesiete Bahía Platinum a verla.