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Gran Vía: 100 años de historia

Eso es lo que le ocurrió a María José, una ceutí de 50 años que acaba de conocer la Gran Vía por primera vez en su vida después de que su marido le haya regalado un viaje a Madrid por su aniversario.

  • Insólito aspecto que ofrecía ayer la Gran Vía de Madrid, prácticamente vacía de tráfico rodado por las vacaciones de Semana Santa. -
Eso es lo que le ocurrió a María José, una ceutí de 50 años que acaba de conocer la Gran Vía por primera vez en su vida después de que su marido le haya regalado un viaje a Madrid por su aniversario.

“Yo la había visto por la tele muchas veces, pero nunca me imaginé que fuese tan grande y hubiese tanta gente paseando por aquí”, relata con entusiasmo mientras hace trabajar a toda máquina su cámara de fotos.

Lo que está inmortalizando María José con su cámara se parece muy poco a lo que existía el 4 de abril de 1910, cuando el rey Alfonso XIII, piqueta en mano, inició unas obras con las que quería equiparar Madrid a las grandes capitales europeas.

El alcalde madrileño, Alberto Ruiz-Gallardón, ha reconocido en varias ocasiones la osadía que en aquel momento tuvo el monarca para partir el “corazón” de la ciudad en dos “en contra de la opinión pública y publicada”.

Tal es la importancia que se le concede a la Gran Vía, denominada calle de José Antonio durante el franquismo, que el Ayuntamiento madrileño la utilizará como imagen en su nueva campaña turística que se exhibirá en España, Europa y el continente americano.

Uno de los grandes reclamos de esta calle son los teatros, copados sobre todo por la exhibición de grandes musicales, que han convertido a la Gran Vía en una especie de Broadway madrileño por el que cada fin semana pasan miles de personas para disfrutar de un espectáculo musical y, de paso, degustar alguna tapa de jamón.

Este es el caso de Carmen y Arturo, un matrimonio que ha llegado desde Málaga para ver Chicago, el musical en el que aparece el actor malagueño Manuel Bandera, al que Carmen quiere ver en persona, “porque no es lo mismo verlo trabajar en directo que por la tele todos los días”, aclara.

Sin embargo, su marido, al que parece importarle “bien poco” el tal Bandera y no para de preguntar cómo ha quedado el Málaga, “que hoy tenía un partido importante”, se sincera y cuenta que a él lo que realmente le gusta de la Gran Vía es tomarse unas cañas “en aquel bar de allí”, cuenta mientras señala un local muy conocido.

UNA CALLE CON HISTORIA

En la Gran Vía existe mucha más historia de la que se podría apreciar a simple vista. Por esta calle madrileña ha pasado, entre otros, Ernest Hemingway, escritor y periodista que cubrió la Guerra Civil desde el edificio Telefónica, una de las edificaciones emblemáticas que durante la contienda fue uno de los objetivos del bando nacional, que albergó el centro de prensa extranjera y que hoy cuenta con una fachada que destila color y modernidad.

Por su parte, en los escaparates de la exclusiva joyería Grassy, situada al comienzo de la calle, todavía se observan los impactos de bala de algunas de las batallas de la Guerra Civil.

El paso de Hemingway por la Gran Vía fue también conocido por sus visitas al bar Chicote, convertido en una especie de embajada extranjera durante el franquismo y por el que han pasado actrices como Ava Gardner, directores de cine como Almodóvar o Amenábar y hasta el presidente estadounidense Eisenhower.

Sofía Loren, otra de las que pasó por el local, salió muy enfadada después de que Perico Chicote, por entonces dueño del bar, no quisiera regalarle a la actriz una de las miles de botellas que el empresario atesoraba allí. El único que ha tenido ese privilegio ha sido Alexander Fleming, padre de la penicilina y que también ha pasado por Chicote durante sus estancias en Madrid.

La Gran Vía también ha sido el escenario escogido por varios directores españoles para rodar algunas escenas de sus películas, como el caso de Alejandro Amenábar con Abre tus ojos (en la que se veía la calle totalmente vacía) o de Santiago Segura, colgado de uno de sus edificios modernistas, con El día de la bestia.

Tiene también el honor de que se le haya dedicado una zarzuela con música de Federico Chueca y Joaquín Valverde, y de que el famoso chotis de Agustín Lara Madrid aludiera a la conveniencia de alfombrarla con claveles para recibir a la chulona.

UN LUGAR DE TRABAJO

La mayoría de los quiosqueros de la Gran Vía aseguran que están “hasta el gorro” de la presencia de los medios que estos días se ocupan de informar del centenario de esta calle.

Sin embargo, hay otros que reconocen que esta efeméride les ha venido bien para sacar “algún dinerillo” extra, como el caso de Ricardo, que tiene su puesto repleto de fotografías, estampas y calendarios conmemorativos de los 100 años de la Gran Vía.

No obstante, a Marcelo, uno de los limpiabotas de la zona no le va tan bien como al quiosquero.

Este ecuatoriano de 47 años comenzó en el oficio hace unos meses, después de quedarse en el paro hace dos años cuando la empresa en la que trabajaba, dedicada a la construcción, cerrase.

“No se me da mal esto de limpiar zapatos”, cuenta Marcelo con cierto aire de desconfianza hacia el redactor, “pero es que no hay otra cosa a lo que agarrarse, y por lo menos esto me da para comer”.

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