La lucha por la igualdad de las mujeres en occidente ha promovido y sigue promoviendo cambios culturales y legislativos contra un patriarcado de hondas raíces. Pero fuera de occidente, donde persisten desigualdades aún más grandes, también ocurren cosas. El feminismo es también cosa de los países musulmanes, con un precio muy alto, cómo les pasa a las mujeres iraníes o las afganas.

Sin embargo, aún mirando hacia atrás, no se puede generalizar el machismo. Hay que acordarse de personajes, que debieran conocer mejor los andaluces, como la poeta Hafsa, en el siglo XII, que ya  escribía sobre el alcance de su amor a Abu Yafar, como lo haría una mujer de este tiempo:

Siento celos de mis ojos y de mí misma,/de ti, de tu tiempo;/aunque te encerrase en mis ojos hasta el día/del juicio,/no estaría satisfecha.

Amor que no impidió que lo dejase tras sus numerosas infidelidades. Si para ella, él era único, al contrario debía ser igual, porque Hafsa, que había renunciado a un matrimonio concertado, vivía su amor libremente. Él, sin embargo, al ser dejado, no soportó que recitara en la corte del gobernador y se levantó en rebeldía, siendo crucificado. La poeta no había dejado de quererlo y se vistió de luto. Terminó sus días como tutora de las hijas del califa de Marraquech.

Lo curioso es que conservamos sus poemas gracias a la familia de él. Los musulmanes no eran tan misóginos como los judíos que incluían en sus oraciones diarias el "gracias Dios mío por no haberme hecho mujer." Cosa que siguen rezando cada día los judíos ortodoxos.

Y en este siglo, encontramos también ejemplos de versos libres. Es el caso de Malala, a la que   dos milicianos talibanes le dispararon en 2012 cuando iba en el autobús que la llevaba al colegio. La "justificación de quienes casi acaban con su vida era que "estaba promoviendo la cultura occidental". Con cultura occidental vienen a referirse a que a sus quince años era férrea defensora de la educación femenina, escribiendo en un blog.

Once años después. ¿Qué ha sido de ella? Continuó luchando por el derecho a la edición de las mujeres, recibió el Nobel en 2014, se licenció en Oxford, y,  lo más importante,  sigue diciendo frases como ésta: "Un niño, un profesor, un libro y una pluma pueden cambiar el mundo. La educación es la única solución”.