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El jardín de Bomarzo

Menestra de género

La verdadera igualdad es que hombres y mujeres tengan idénticas oportunidades para conseguir lo que deseen, quieran y puedan según sus esfuerzos y capacidades

Publicado: 02/07/2021 ·
11:07
· Actualizado: 02/07/2021 · 11:07
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Bomarzo

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El jardín de Bomarzo

Todos están invitados a visitar el jardín de Bomarzo. Ningún lugar mejor para saber lo que se cuece en la política andaluza

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"Nadie triunfa sin esfuerzo. Aquellos que triunfan deben su éxito a la perseverancia". Ramana Maharshi.

La verdadera igualdad es que hombres y mujeres tengan idénticas oportunidades para conseguir lo que deseen, quieran y puedan según sus esfuerzos y capacidades. No hay igualdad cuando puntúa extra el hecho de ser hombre o mujer. Por tanto, elevar a una persona por su género es un acto en sí discriminatorio y lo es tanto para personas de su mismo género que sí merecen ese valor por su capacidad y esfuerzo como para los del otro por exactamente lo mismo. Bien es cierto que ha sido necesario impulsar el papel de la mujer en determinadas esferas sociales, laborales y políticas, hacerlas presente y empujarlas a lo que el machismo más rancio les impedía conseguir por mucha voluntad, esfuerzo y capacidad que pusiesen en ello. Ocurre que aquellos inicios se han ido tornando en situaciones en sí mismas discriminatorias y las listas cremallera son un ejemplo porque por fuerza se sitúa por género en puestos pares o impares a personas que por su capacidad y mérito a lo mejor no deberían estar ahí, sencillamente, pero se ha aceptado como el método inclusivo menos malo para nivelar una situación históricamente injusta. Pero ya toca acabar con eso.

Luis, Athanasios, Eduardo, Lucía, Sara, Alicia, Juan, Rubén, Jorge, Lucía, Alba, Roberto, Alejandro, Ekhi, Adrián y Lola son las 16 mejores notas de selectividad de España, diez chicos y seis chicas. En el mundo pre y universitario cada día, bien es cierto, toman más peso las mujeres, de hecho las cinco mejores notas de la provincia de Cádiz -Vera, Dávila, Estrella, Alicia y Rosa- corresponden a chicas, todas ellas superando de manera holgada la barrera del trece y, alguna, en la misma frontera del catorce, la perfección y el ejemplo de lo que es llevar el esfuerzo y la capacidad al límite. Estas chicas, como tantas y tantas otras mujeres capaces, no necesitan de nadie que las aúpe por su género ya que se bastan solas con su capacidad, para eso se esfuerzan. Es más, todas las mujeres que consiguen el éxito en el ámbito universitario o profesional rechazan de manera fulminante que a otras se las pueda beneficiar por el hecho de ser mujer. Es así. Es cierto que no todo el camino para lograr la igualdad real está recorrido, que aún las mujeres en determinados sectores tienen que esforzarse más que los hombres para situarse, que el machismo sigue presente en determinados comportamientos, que en esferas de primer nivel hay fisuras, tanto como que la conciliación familiar lastra más a la mujer que al hombre en el ámbito profesional, pero eso no justifica que pasemos del dar el mérito que tuvo el hombre a la mujer. 

Por ejemplo, Irene Montero -licenciada en psicología y con la dilatada experiencia profesional de haber trabajo todo un año para una marca de electrodomésticos- es nada menos que Ministra por ser la mujer de Pablo Iglesias y los españoles nos estamos comiendo a una incapacitada de campeonato por el hecho de ser la mujer de. Su última estupidez es la disparatada Ley trans y de derechos LGTBI y, según se desprende del anteproyecto que fue aprobado el martes por el Consejo de Ministros, el sexo es una cuestión de sentimiento y, por tanto, cualquier persona puede solicitar el cambio del mismo sin informe médico previo ni proceso hormonal alguno y solo acudiendo al Registro Civil con el DNI y expresando su voluntad, con lo cual los auténticos transexuales se equipararán a todos aquellos que por antojo, locura, aburrimiento, idiotez momentánea o interés por cualquier cuestión decidan cambiar de sexo de un día para otro, sin informe médico alguno, sin proceso previo, sin nada. Me hago hombre o mujer porque me apetece el cambio y, si no me cuadra, me vuelvo a cambiar. En principio cualquier tipo de opción voluntaria y personal nos debe importar poco al resto de mortales y que cada cual maneje como quiera su propia vida, el problema está cuando igual hay quien considere que para acceder a determinadas cuotas blindadas a mujeres busquen mediante esta Ley un camino que antes no se podía dar tan fácilmente. Todo ello es un atentado contra los auténticos transexuales y, también, contra las mujeres, que han luchado lo indecible para equipararse a los hombres y que pueden ver ahora como se falsea el concepto de la feminidad adosándole mujeres por antojo. El cambio de mujeres a hombre también se da, pero es cierto que en un porcentaje infinitamente inferior y, sinceramente, en este momento de la humanidad parece peor negocio.

Uno de los aspectos más polémicos del anteproyecto de esta Ley es que los menores de doce años no podrán solicitar el cambio de sexo pero sí de nombre, entre doce y catorce sí transitar de un género a otro acudiendo a un juzgado, de catorce a dieciséis podrán cambiar de sexo con el consentimiento de los padres y a partir de dieciséis sin el consentimiento de ellos. Por tanto, con dieciséis años la futura Ley otorgará madurez para decidir y acometer sin que intervenga nadie más todo un cambio de sexo a un chico o chica, que en cambio no la tendrá para votar, conducir o tomarse una cerveza. Y lo peor no es que la incapaz de Irene Montero, ministra por cuota de género, promueva esto, sino que la aritmética parlamentaria de Pedro Sánchez no se lo impida.

Por cierto, Irene Montero al llegar al Ministerio de Igualdad ocupó los altos cargos con siete mujeres y ningún hombre, dando así muestras de cómo está cimentado su concepto de igualdad. Se  puede ver en el video en redes de su 32 cumpleaños y sobre el cual, este twit"Se lleva la niña al trabajo -como hacemos todas las madres trabajadoras-, celebra su cumpleaños en horario laboral -como hacemos todos los trabajadores-. Y encima lo suben a las redes sociales para que sigamos remando con alegría...". Habría que preguntarse si el máximo exponente de la igualdad es que todas las madres y padres se lleven los hijos al trabajo y celebren fiestorros cumpleañeros en su lugar de trabajo. 

Este tipo de simplicidades dotan de una frivolidad extrema a la lucha feminista y les hace perder fuerza entre la gente sensata, tanto como la  estupidez supina del "hijes""niñes" o "todes", sobre lo que la RAE sentencia: "El uso de la letra e como supuesta marca de género inclusivo es ajeno a la morfología del español, además de innecesario pues el masculino gramatical funciona como término inclusivo en referencia a colectivos mixtos, o en contextos genéricos o inespecíficos". Pues lo dicho, menestra de género.

El Festival de Cine de San Sebastián, en una decisión tan meditada como polémica, ha eliminado para esta edición -imitando a Berlín- las categorías de premios por sexo y de mejor actor o actriz pasa a mejor interpretación y lo hacen, aseguran, "para seguir evolucionando y ayudando a construir una sociedad más justa e igualitaria...; el género, para nosotros, deja de ser un criterio de distinción y para el jurado sólo existirán malas o buenas interpretaciones". Algo que, bien entendido, es justamente la expresión de la igualdad, en cambio las organizaciones feministas del sector han alzado su voz de manera abrupta porque solo un treinta por ciento -dicen- de los papeles principales se otorgan a mujeres. Buscar cremalleras en hasta los personajes principales del cine es, como poco, llamativo.

La segunda década del siglo XXI y el avance en todo parece llevarnos a una sociedad donde el esfuerzo, el trabajo, la sensatez quedan relegados por el mundo del ocio, del mínimo esfuerzo, las desigualdades bajo el paraguas de la igualdad y, lo más preocupante, la estupidez irracional de tan fácil consumo entre quienes valoran como conquista soplar las velas al canto de cumpleaños feliz de sus compañeros de trabajo, mientres sus hijes llegan un díe a case convertides en persones de distinte génere -sic-. De locos.

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