Anda el Partido Popular enfrascado en el ritornelo cansino del cambio de ciclo desde hace un par de meses. Con los indultos, que demoscópicamente están costando al gobierno un desgaste, se ha convertido en una partitura que lleva camino de convertirse en himno del partido. Cualquier circunstancia es buena para entonarla. Pero existe un riesgo cierto, puede acabar como la “Sinfonía inacabada o incompleta”, de Schubert. Pablo Casado primero entendió que la pandemia se llevaba al gobierno por delante. No ha sido así y ahora, con la vacunación a ritmo acelerado y las medidas de alivio mitigando el agobio ciudadano, menos aún. Lo ve un ciego pero no lo ve Casado.
Otra oportunidad la han dado los indultos. Poner en la calle a quienes cometieron delitos duramente juzgados por el Tribunal Supremo era una suerte que el PP no podía desperdiciar. Nadie duda que sea legítimo pero es que ni se vislumbra en el horizonte cuál es es la alternativa que plantean para la “conllevancia” orteguiana entre Cataluña y el resto de España. Ignacio Molina y Natalia Martín ya advirtieron que el conflicto territorial con Cataluña sería siempre molesto, pero que habría que procurar que no fuera alarmante. La política del gobierno comporta una doble finalidad, que ya adelantaban hace dos años estos autores: Reducir el apoyo al independentismo y aprender a convivir con él. Con la brida obligada del Estatuto y la Constitución, hay que añadir. Sin ello no puede haber diálogo. Las aspiraciones hay que tolerarlas pero la ley hay que cumplirla. Ése es el código.
Los fondos europeos han constituido el tercer campo de batalla. Hasta Bruselas acude el líder popular a manifestarle a quién en Madrid ha alabado el plan español -la presidenta de la Comisión Europea- que somos un desastre. No parece la mejor estrategia para apuntalar los apoyos sociales que necesita un partido que desea gobernar. Tampoco usar la libreta de Aznar para anotar a los presuntos desleales: empresarios, obispos, sindicatos y a todo aquel que se beneficie del flujo dinerario europeo. Un despropósito. El día que en Francia el frente republicano se alía exitosamente contra la extrema derecha aquí se asocian con ella en la puerta del Congreso para protestar contra ETA, que ya no existe. Y el bloqueo constitucional es ya el último recurso. Una alternativa verdaderamente obscena.