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Diario de un jubilata

No solo es cuestión de edad, que también, sino de oportunidad. Antes, mucho antes, de esa fiesta para cuarentones estrellados que se dicen "singles" ya los pensionistas pusieron en práctica el arte de la seducción condicionada...

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No solo es cuestión de edad, que también, sino de oportunidad. Antes, mucho antes, de esa fiesta para cuarentones estrellados que se dicen "singles" ya los pensionistas pusieron en práctica el arte de la seducción condicionada, y lo siguen haciendo por varias razones: No es buena la soledad y eso solo lo saben los que por circunstancias de la vida se ven sin nadie que comparta lo bueno y lo malo; pertenecemos a generaciones no preparadas para vivir aislados y, de manera fundamental los hombres, difícilmente mostramos capacidades y habilidades que nos procuren la suficiente autonomía. Que nos educaron como a pardillos y fue la única asignatura donde sacamos nota; de ahí que se diga: "Eres más torpe que un hombre casado".


También, aparte de un flechazo amoroso tan improbable como ilusorio, si se juntan dos paguitas además de arreglar lo de la soledad se armonizan un poco las precarias economías de muchos. Sin frío en la cama ni en los ingresos son bastantes los que -sin que se entere Hacienda, faltaría más- afrontan la última etapa de sus vidas en compaña e incluso en amor.

Los viajes del Imserso y los bailes de salón semanales han sido el caldo de cultivo de estas uniones casi siempre bendecidas por los hijos que, entre otras ventajas, encuentran generalmente la tranquilidad de saber que sus progenitores están atendidos y entretenidos. Nada que ver con la fiesta esa de la Venta Antonio preparada meticulosamente con la misma idea que acabo de exponer solo que para gente mucho más joven.

Claro que estos puretas, al pertenecer a generaciones relativamente cercanas, es normal que hayan tenido problemas de adaptación porque a diferencia de los mayores, generalmente no buscan lo que se llama un "arrejuntamiento" sino más bien un "vamos a ver". Pienso que están un poco en tierra de nadie porque ni le hablan de usted a la posible pareja ni, como dicen que pasa ahora, primero lo hacen y después le preguntan el nombre. De ahí que organizaran un sarao con sus copitas y la imprescindible música pachanguera -empezando por pasodobles- para propiciar los acercamientos. Lo que se llama "ponerse en trance".

Nada nuevo porque yo a mediados de los sesenta del pasado siglo organicé en Écija la "1ª Fiesta de los Corazones Solitarios", sarao benéfico que propició media docena de matrimonios. Y es que las chicas de entonces no pasaban por la piedra sin pasar por la Vicaría.

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