Palabra tan clara no debe confundir, pero sin acuerdo sobre su significado, con la interesada intención de otorgarle el conveniente a cada caso y a cada individuo, se hace imposible la definición y se imposibilita el diálogo y el acuerdo. Es ese deseo el que lleva a tantos a darle la interpretación caprichosa que mejor puede venir a sus propios e interesados intereses.
Según “virtuosísimos sabios” de la política “todo nacionalismo es burgués”, acusación terminante lanzada para negarle el derecho a existir. Pero sólo es posible negar un nacionalismo para ensalzar y defender otro y, con una formidable dosis de cinismo, negar la existencia de nacionalismo estatal. Por eso previamente debería aclararse, no qué entiende cada cual, sino qué es nacionalismo. ¿El nazi? ¿El ruso? Por supuesto. ¿El croata, el esloveno? También. Y ¿el serbio no? El nacionalismo timorense obtuvo su separación de Indonesia, que lo oprimía y discriminaba. Entonces ¿es justo llamar “nacionalismo” al afán independentista de Timor Oriental y no al posesivo de la metrópolis? Pues ocurre que el primero es un nacionalismo liberador y el segundo imperialista. También podría quedarse en “nacionalismo Vs. imperialismo”. ¿Mejor? En este caso, todo movimiento estatista, opuesto a los nacionalismos, es opresor e imperialista. Cuestión de elegir…
Puede que en España los nacionalismos mejor asentados tengan raíz burguesa. Puede. Y el Estado ¿tiene raíz proletaria y progresista, un Estado hecho a base de victorias militares? ¿Es “nacionalismo burgués” el egipcio, o el argelino, por liberarse de la tutela anglo francesa y no lo son los estados dominadores? ¿Es justo y honrado llamar “burgués” al nacionalismo corso, al andaluz o al bosnio, y no al francés, al español, o al yugoslavo? ¡Ah!, esos “no son nacionalismos”. Pues dejémoslo en imperialismos. ¿Mejor? El calificativo “burgués” no pasa de manipulación torticera, con el fin de desautorizarlos. Eso, por la autodenominada “izquierda”. La derecha reconocida se limita a lamentar “que se rompa el Estado”. Pero el Estado no se rompería por razones exógenas. Las razones están dentro; en su propia estructura; en su conformación histórica. El Estado no se rompe: está roto por las diferencias internas, por el tratamiento discriminatorio recibido por las comunidades pobres y por el exceso de atención otorgado a las ricas. El día que Córcega tenga el mismo trato, el mismo nivel, el mismo derecho que Isla de Francia, o Nápoles pueda igualarse al norte, se podrá hablar de unidad estatal. Traducido a lo hispano, el día que no se cercene la recuperación de Andalucía, se le permita avanzar, se deje de utilizar su cultura, arte, economía e idioma y sea delictivo culpar a los andaluces de ausentes de estos elementos, el Gobierno, las instituciones, los medios de comunicación centralizados, dejarán de promover el naciente y cada vez más fuerte, nacionalismo andaluz.
Los nacionalismos se hacen de trabajo, creatividad, investigación. Aportan. Los imperialismos a costa de los demás, a fuerza de imposición y represión No se vertebran, porque la parte ganadora, enriquecida, se esfuerza por mantener sus prebendas.