A fray Juan de la Cruz el método pedagógico del diálogo, al estilo socrático, le gustaba mucho. Viviendo en el convento de Granada, había en el cenobio carmelitano un hermano lego que se llamaba fray Francisco, “alma sencilla y pura”. Durante la recreación de la comunidad descalza le gustaba al santo preguntar a nuestro fray Francisco con alguna pregunta acerca de cosas espirituales y divinas, y así tomaba pie para exponer más ampliamente algún tema a toda la comunidad reunida. Las respuestas inesperadas del hermano lego le encantaban. Un día le pregunta: “Dígame, hijo Francisco, ¿qué cosa será Dios?”. El respondió sin pensárselo dos veces: “¡Padre nuestro!, Dios se es lo que él se quiere”. Fray Juan, que es tan agudo, capta al vuelo la profundidad de la contestación, inspirada, carismática, de la más pura inocencia; y a base de las palabras de fray Francisco habla de cómo Dios es independiente de otro y de cómo no hay en él más regla que su propio querer. Toda una catequesis sobre la libertad divina.
La otra florecilla dice así: Era sacristana de las carmelitas de Granada sor María de la Cruz, fundadora más tarde del convento descalzo de Úbeda. Y un día le pregunta la monja, toda ingenua, al santo padre: “Ay, padre nuestro, ¿cómo dice tantas veces misa de la Santísima Trinidad?”. Él respondió “con gracia”; así califica la respuesta la preguntona de la monja: “Téngole por el mayor santo del cielo”. Además de gracioso es verdadero, que es lo que importa.