Ahora la han tomado con los gordos. Primero, en una reprobable campaña llena de tópicos y mala leche, nos hicieron la vida imposible a los fumadores; luego la emprendieron con esas benditas almas que se beben un vaso en la calavera de un muerto y ahora la campaña salvadora de la humanidad pasa porque perdamos peso, grasas y colesterol a porrillo. Un gordo está mal visto, así, sin más. Es el nuevo apestado de una sociedad que hace tiempo apostó por la pretendida elegancia anoréxica, por los sacos de huesos y pellejo que recubren de modelos imposibles en las pasarelas. Las gordas, también, en todo caso -si sale alguna en una serie o película- interpretará necesariamente a la criada; está gorda (quieren vendernos) porque es poco culta y menos espabilada, así que de chacha que es lo suyo porque aquellas robustas matronas de pechos generosos y caderas cimbreantes sabemos que ha tiempo que dejaron de estar de moda.
Por eso, gordos de ambos sexos reniegan de su imagen y, principalmente las féminas, generan pingües beneficios en su batalla incruenta a la celulitis o los michelines tipo XXL: Tratamientos, pastillas, aparatos más o menos ergonómicos, gimnasios, preparadores, médicos especialistas, carísimos regímenes y centros de belleza a porrillo. Millones de euros para esos listos que siguen, por la cuenta que les tiene, dando la vara con la gordura.
Ahora las líneas aéreas de bajo coste (usted pone el muerto y nosotros todo lo demás) se quieren poner de acuerdo para cobrar más caro a los metidos en carnes. Será que por su peso el avión gastará más combustible o que usando gente menuda pueden poner los asientos más estrechos y meter más personal en cada vuelo. Esto me parece una discriminación absolutamente negativa. Quiero decir que no, que no estoy de acuerdo. Pero en esto no se mete nuestra paisana Aido, que ella tiene buen tipo, y la igualdad que propugna no tiene que ver con los derechos de los gordos a ser iguales a la hora de pagar. Ella anda erre que erre con otro tipo de gordura, no sé si me explico. Mi médico, competente donde los haya, lleva tiempo intentando que adelgace. Yo le digo que sí, pero menos. Hace días me hicieron un análisis y con el resultado en la mano el buen galeno dijo triunfante: “Ahora, no tienes más remedio que adelgazar”. Así que, ajo y agua…
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