Pido disculpas por no centrarme en El Puerto, mi ciudad natal; pero desconozco a los elegidos y hasta que no me tome una copita con ellos y converse no tengo una opinión formada de quienes apenas conozco. Me falta Juan Rincón en esta movida y ya sabré los motivos. Mi respeto y mi alegría si la izquierda inunda la Plaza Peral, pero ya habrá tiempo para expresar mis sensaciones portuenses con una opinión formada.
Hoy de nuevo me centro en la ciudad de mis amores a la que tanto le he escrito y a la que no dejo de visitar cada vez que piso la mía: Cádiz. Y yo, que en tantísimas ocasiones me he permitido reclamar un Cádiz distinto desde mi tribuna pequeñita con amplificador construido con ladrillos coloraos, me permito hablar o escribir del alcalde, sí: del Kichi.
Cómo ya uno va para viejo y toca contar batallitas, ahí va una sobre el flamante representante que ocurrió hace 17 años.
Año 1998: Año maravilloso de calidad carnavalesca con Los Piratas, obra maestra de mi querido Antonio y El Cielo de Cádiz con mi querido también sin más o menos Tino Tovar. Si preciosa era la una, perfecta la otra, y viceversa.
Por aquel entonces en El Puerto agonizaba un Carnaval ahogándose en una carpa y mi comparsa de Los Gitanos lograba colarse en semifinales al son de Macandé. Inauguramos una peña e invitamos a El Cielo de Cádiz pensando que con el renombre que tenían no podrían asistir por motivos de contratos, pero… no fue así. Tino Tovar se ofreció como se ofrecen los grandes: de corazón.
Vinieron a cantar al Puerto por la cara, sin cobrar un duro. ¡Un segundo premio de una dimensión tremenda! Pero esa no es la cuestión (que por supuesto tiene una importancia enorme); llegaron al Puerto en tren. Manda cojones desplazarse a cantar sin cobrar un duro y encima pagarse el tren. Entre estos “niños” estaba el Kichi.
Al terminar su actuación descubrimos lo del tren, ya que pidieron por favor que alguien les acercara de nuevo a la estación, pero por supuesto que le pusimos taxis para que regresaran a Cádiz.
Al año siguiente, 1999, año de gracia e histórico para El Puerto, mis gitanos y yo conseguimos el Primer Premio con La Parra Bomba, y en el amanecer de la final estaba la comparsa de Tino (ahí estaba el Kichi) cantando en la escalinata de la Facultad con Los Musiquitas. En cuanto nos vieron llegar, zanjaron su repertorio y nos abrieron paso para fundirnos en abrazos.
Con estas simplezas carnavalescas simplemente quiero expresar que esto viene de lejos, que lo ha “mamao”, que lo de ser buena gente le viene de siempre, al igual que a su grupo que me hicieron llorar delante de una pantalla oyéndolos cantar el pasodoble de Los Santos de Fermín Salvochea. Octavio, que me ofreció su casa para que contemplara La Caleta; Jesús Bienvenido que ni se vende ni se compra, en fin….
Que aquella comparsa que Cádiz llevó en volandas desde que eran infantiles hasta las cotas más altas, hoy gana el mejor Primer Premio que podría imaginar convirtiendo a un comparsista en Alcalde. Siempre me he sentido orgulloso de ser gaditano pero en estos días, presumo de gaditano en Málaga. Cádiz merecía desde hace muchos años que su alcalde fuese alguien del Carnaval y por fin lo ha conseguido. Vuelven Los Carapapas, ¡Viva la coherencia! Vuelve Antonio Martínez Ares: el Falla abre los brazos. Y siguen los que están y han estado, que no es poco.
Para acabar y no aburrir me gustaría que mis amigos y hermanos gaditanos tengan un poco de paciencia y no le exijan a su alcalde en tres meses lo que una “no gaditana” no hizo en tantos años.
Llevadlo en volandas como llevasteis a su comparsa, porque es el futuro de la ciudad pionera en la libertad de prensa, en convertir súbditos en ciudadanos y en dignificar lo dicharachero al nivel de copla de Arte Mayor. Kichi, un abrazo y en esos momentos de soledad que provoca la responsabilidad, deja escapar tu mirada a La Caleta, extrae la fuerza del oleaje que el Océano nos impregna y sigue adelante porque podrás hacerlo bien o mal, pero me pongo el cuello que siempre lo harás con el corazón porque lo mamaste en un cuarto de ensayo. Y si nos vemos, con un guiño entre ambos bastará para entendernos.