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Cartas a Nacho

Zerolo

No eres más feliz. No supone un cambio en la afectividad que sientes por tu pareja. No lo quieres más...

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No eres más feliz. No supone un cambio en la afectividad que sientes por tu pareja. No lo quieres más. El próximo 30 de junio se cumplirán diez años de la aprobación de la ley que modificó el código civil y permitía el matrimonio homosexual. En mi pequeña historia personal, ese día quedará marcado como uno en el que me sentí más orgulloso de mi país. Fue una explosión de júbilo. Años después el Tribunal Constitucional la ratificó con una simple relectura de la Constitución. Nuestra Carta Magna dice que todos los españoles, hombres y mujeres, tienen derecho a contraer matrimonio. No especifica cómo debe ser la unión.

Esta carta de hoy no va para ti, querido Nacho. Ya te lo he contado mil veces. Ya lo sabes. 
Los sábados, mi ahijado se queda a dormir en casa y me pide que le narre algún cuento. Naturalmente se los versiono para actualizarlos. En ellos, el príncipe no se casa con la princesa. Lo hace con otro príncipe. El gato, en vez de botas usa plataformas estilo “drag-queen”. La Belladurmiente se durmió para siempre.  Su príncipe se fugó con el soldado que la custodiaba. Nacho, que pronto cumplirá ocho años, ya le argumenta a sus compañeros que un niño puede tener un papá y una mamá, pero también dos mamás o dos papás e incluso sólo uno. Varias veces el tutor del colegio les ha comentado a sus padres el grado de tolerancia que proyecta.

El amor que sientes por tu pareja no se ve afectado. Es cierto, sólo es la firma de un papel. Sin embargo, el paso es tan importante.

En mi boda se leyó por primera vez la modificación del Código Civil. Mi marido y yo rehuimos a la prensa. Queríamos que fuese un acontecimiento para los amigos. Sólo para ellos. Pérez Saldaña, entonces consejero de Asuntos Sociales de la Junta de Andalucía, ayudó mucho. Pedro Zerolo fue fundamental. A estos hombres no les debo mi felicidad con Juan, mi marido. Ya lo era antes de casarme legalmente con él. A ellos les adeudo la dignidad. El reconocimiento legal de mi familia. ¡Por fin éramos familia!

Algo tan simple para un matrimonio heterosexual, como compartir el libro de familia, supuso para nosotros todo un logro. Un orgullo. Más de una vez, para resolver un trámite administrativo, lo he tenido que aportar a la documentación. Ese gesto tan sencillo, es el resultado de muchos años de esfuerzo, de trabajo. Algo tan simple fue muy difícil.

Esta carta no va para ti, Nacho. Ya sabes lo que cuento. Estas líneas van para Jesús, el marido, el viudo de Pedro. Una persona honesta, digna, valiente. Un hombre.

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