Martes, 24 de Marzo de 2015.
No hay nada más impactante que la noticia de la muerte. El inevitable fin, que siempre llega de manera inexorable, ha sido, es y será fuente de máximos temor y dolor para los seres humanos. Cuando el momento nos alcanza, si bien es siempre doloroso para la gente que nos quiere, las circunstancias, como la edad longeva, las enfermedades degenerativas o muy avanzadas, o incluso, en aquellos casos en que la muerte se considera una liberación para vidas muy castigadas, el drama, sin dejar de ser tal, al menos mitiga en parte el dolor por la pérdida.
Pero cuando la muerte se nos aparece como fruto de un suceso irracional, y mucho más si el resultado afecta a varias personas, no cabe de ninguna manera la búsqueda de paliativos que nos lo haga entender.
Estas catástrofes se pueden deber a hechos naturales, que no por inevitables son menos dolorosas. Cuando la causa es la violencia ciega de actos fanáticos, como los ejemplos de barbarie terrorista que últimamente se vinculan en su mayoría con el integrismo yihadista, que utilizan la vida de los demás para ganar notoriedad o sencillamente para crear terror, se nos hace abominable. Tampoco pueden tener justificación ninguna y son casi tan horribles como el caso anterior, si las desgracias se deben a la codicia de algún poderoso, de su falta de escrúpulos, o de la irracionalidad de algún que otro gobierno, que no muestran por la vida humana el mínimo respeto.
Mas, si como en el caso de la catástrofe del Airbus de la filial de Lufthansa, donde, si se demuestra, como así indican todos los indicios, que se debe a la decisión voluntaria de un profesional supuestamente cualificado y en quien confiamos nuestras vidas, resulta además absurdo e inexplicable, sin restar un ápice del sufrimiento provocado ¿Hay explicación para muertes tan horribles y tan innecesarias?
Desgraciadamente, si no parecidas, son continuas las muertes absurdas que se producen y, quizás, por espíritu de supervivencia, hacemos lo posible por ignorar o al menos olvidar pronto.
Pero estas tragedias, todavía tienen la posibilidad de empeorarse. Si la atención a las familias, que en este caso ha sido modélica, una vez que ya no se puede hacer nada por las víctimas, es la debida, aunque nadie pueda evitar la desesperación y el desconsuelo, siempre resultará algo más llevadero.
En la tragedia del A-320, Francia, ese país del que tanto despotricamos, ese país que nos resulta tan antipático a los españolitos, ha demostrado con creces cómo se ha de gestionar una tragedia como esta. Eficacia, dedicación, comprensión, humanidad, entrega...¿se les puede pedir algo más? Un familiar, Juan Pardo Carreño, después de haber perdido en el accidente a la que fue su mujer, a su hija y a su nieta, tiene la entereza de agradecer a Brice Robin, Fiscal de Marsella, encargado del caso, por la delicadeza y la sensibilidad de informar a un colectivo de gente desesperada de cuantos detalles le requerían y encima con la humildad suficiente para decir que se limita a cumplir con lo que marca la ley.
Pero no siempre ocurre que en circunstancias como esta, se responda de la misma o parecida manera. Los familiares de las víctimas del accidente de Spanair en Barajas, el 20-08-2008, donde perdieron la vida 154 personas, todavía andan exigiendo responsabilidades y transparencia. Ahí están esperando que se les trate como Francia ha hecho con los afectados del avión de la compañía Germanwings. Igualito.
Pero aún hay más. Si ha habido en la historia de las desgracias aéreas un ejemplo claro de todo lo que no se tiene que hacer en casos como este, se lo debemos a los responsables del Ministerio de Defensa español, que el 26 de Mayo de 2003 utilizaron un avión alquilado para transportar a 62 militares españoles. Es el caso del Yakovlev, el tristemente famoso YAK-42. Sobre él varias de las víctimas confesaron los fundados temores que luego se confirmaron ¿Qué decir del respeto de los restos? Después de una semana del suceso, cuando escribo este texto, trabajando sin descanso, se han identificado restos de 78 personas, la mitad de los fallecidos en los Alpes y durará lo que tenga que durar. En cambio en el caso del YAK-42, a los tres días ya tenían montado el siniestro, vergonzoso e irrespetuoso, puzzle en que convirtieron los restos de los militares fallecidos. Trataron además de culpar a los turcos, cuando se descubrió el hecho, y si no al militar de turno a quien cargarle el mochuelo. Doce años después, responsabilidades prácticamente ninguna. No han servido de nada las exigencias, las reclamaciones, las súplicas de los familiares. ¿Todavía hay quien no vea las diferencias? Sangrante, pero cierto.
Me queda la palabra
Germanwings A320-211
En la tragedia del A-320, Francia, ese país del que tanto despotricamos, ese país que nos resulta tan antipático a los españolitos, ha demostrado con creces cómo se ha de gestionar una tragedia como esta.
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