Primero ha sido el movimiento de Gobierno y ahora viene el impulso para afrontar los próximos meses. El impulso lo quiere dar el presidente con la reunión que él va a presidir de los grupos parlamentarios del Congreso y del Senado, tan carentes de información como los ciudadanos sobre los motivos que han llevado al jefe del Ejecutivo a realizar el sustancial cambio de Gobierno.
El Ejecutivo tiene en cartera quince proyectos de ley, pero carece de apoyo suficiente para poderlos llevar al Parlamento con la tranquilidad de otros tiempos. Los grupos pequeños no se cierran en banda a un eventual apoyo, pero ya han enviado el mensaje: el apoyo para quien se lo trabaja. Y de eso se trata. De encontrar las fórmulas que concluyan con los acuerdos necesarios para que el Gobierno no se vea empantanado después de unas elecciones que fueron devastadoras para el Ejecutivo, pese a obtener buenos resultados.
Ayer se cumplió un año de la investidura de Zapatero. De manera deliberada no se buscó apoyo alguno y optaron por la designación en segunda votación sin más votos que los socialistas. No imaginaban entonces que a un año vista, la situación iba a ser la que es. No calcularon que a CiU no se le olvidan las promesas no cumplidas, que el PP no se iba a partir en dos o que el PNV se iba a poner como un basilisco ante la expectativa de perder el poder. No calcularon que este gran icono del nuevo socialismo que es Zapatero, iba a perder frescura en su discurso, que sus dotes para la magia tenían un tope.
Se avecinan semanas de intensa actividad política. Patxi López está en puertas de ser lehendakari en un ambiente de enorme hostilidad por parte de los nacionalistas. Las elecciones europeas llaman a la puerta. Son europeas pero se dirimen en clave doméstica. Y antes del verano, el presidente protagoniza el Debate sobre el Estado de la Nación. Con este panorama y las fuerzas mermadas es lógico que Zapatero quiera dar un impulso político a los suyos.
No hará falta mucho tiempo para ver los efectos de la remodelación del Gobierno. En el mundo económico, el nombramiento de Elena Salgado ha introducido mucha incertidumbre. Se está a la espera de cuál va a ser su estilo. Lo que sí es seguro es que José Blanco va a gestionar con habilidad el ministerio de Fomento y que Trinidad Jiménez va a poner la Ley de Dependencia en el centro del debate. No será éste un Gobierno que pase desapercibido. Su reto primero es la buena gestión, pero su objetivo es modificar tendencias.
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