En época de bonanza económica, el ex alcalde Pacheco se apuntó al carro de las televisiones locales porque Jerez y él -sobre todo él- lo necesitaban. Años después comenzaron los dispendios, que terminaron sobredimensionando una plantilla hoy por hoy inasumible para una administración que no tiene para atender sus necesidades más perentorias. Y todo apunta a que van a ser los profesionales los paganos de tanto abuso, como si acaso tuvieran culpa de que alguien, en su momento, les pusiera por delante un contrato de trabajo.
De aquella tarde de Domingo de Ramos a esta madrugada ya de Sábado Santo han pasado 22 años, un periodo de tiempo que sin duda marca un antes y un después en la Semana Santa de Jerez en buena medida gracias a la influencia de la televisión municipal, convertida en el mejor chivato de tantas y tantas cosas susceptibles de mejora.
Onda Jerez merece una salida y no una muerte más o menos digna. Un medio de comunicación capaz de ejercer su ascendencia sobre corporaciones centenarias cuyos usos se sustentan en la costumbre y la tradición tiene argumentos sólidos que garanticen su viabilidad. Cuando una televisión que tiene ese poder es incapaz de subsistir por sus propios medios, no fallan sus profesionales, fallan sus gestores, los de antes y los de ahora