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Navalcardo

Cachuli

Dos amigos comparten el mismo mote en la Tuna: Cachuli. Uno es sevillano, y el otro lo lleva escrito en la beca de forma diferente: Kachuli

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  • Julián Muñoz. -

Dos amigos comparten el mismo mote en la Tuna: Cachuli. Uno es sevillano, y el otro lo lleva escrito en la beca de forma diferente: Kachuli. Que así puede parecer borroka. Pero el tío no es abertzale, sino de Mengíbar.

A ambos les quedó para la posteridad ser conocidos así. Y en el caso del de Mengíbar, como es un bicharraco de grande,  los pantalones decían que se le quedaban como al célebre Julián Muñoz, fallecido estos días.

Quien fuera alcalde de Marbella, era conocido así por su círculo más íntimo. Y en ello contribuyó sin duda su romance con la Pantoja, cuando soriente y felicísima de su brazo se paseaba, llamándolo así mientras dejaba atrás su pena perpetua por la muerte de Paquirri, de cuya tragedia en Pozoblanco precisamente hoy se cumple cuatro décadas.

Aquella realidad superaba a la ficción de cualquier parodia exagerada por Los Morancos. Ser paparrazi o reportero de la prensa del corazón en aquellos años se convirtió en casi profesión de riesgo en una España donde aquel romance era contenido permanente en las televisiones.

Lo que pasó después, es por todos conocidos. Y no tardará seguramente en aparecer el correspondiente documental de Netflix que rescate del pasado un tiempo de opulencia y populismo político, irresponsable y hortera que legó graves consecuencias para la Costa del Sol y Ceuta bajo el mandato del Gilismo del no menos célebre Jesús Gil.

Como consecuencia de todo ello y mucho más, Julián Muñoz acabó aquí. En Jaén. En el Centro Penitenciario, dando lustre al mismo y generando titulares en la prensa local por su sola presencia entre los límites de nuestro término municipal. Aunque prácticamente no se le viera nunca a excepción de fuerza de causa mayor.

Curiosamente, de forma paralela, en aquellos años tuvimos una asignatura optativa en Derecho que se llamaba Delitos contra la Administración. En clase íbamos aprendiendo y teorizando todo lo que el Caso Malaya nos estaba enseñando a diario.

Tener en la prisión de Jaén al famoso Cachuli contribuyó, de alguna forma, a ponerle interés y entender que era todo aquello que figuraba en el Código Penal: prevaricación, cohecho, blanqueo, malversación, tráfico de influencias y todo el amplio catálogo de lo que dejó tras de sí la corrupción en la política española, en uno de sus episodios más funestos.

 

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