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Por qué no quieren el pacto

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Cuando la democracia da paso a la partitocracia, malo. Malo porque significa que los partidos, que son estructuras de poder, sacrifican el interés general a sus propios objetivos políticos. La invitación del Rey a buscar una salida conjunta a la apurada situación económica por la que atraviesa el país -invitación, a mi entender, cargada de sentido común- ha provocado la reacción destemplada de algunos dirigentes políticos.

Desde el PP, Dolores de Cospedal ha llegado a decir que pactar (con el PSOE) sería tanto como “traicionar” lo que quieren los españoles. Una sentencia tremendista que ignora que, según la última encuesta que hemos conocido, dos de cada tres españoles, verían con buenos ojos el mencionado pacto.
A reserva de lo que pueda decir Mariano Rajoy mañana en el debate del Congreso está claro que los populares olfatean la presa y esperan a que la crisis se lleve por delante a Zapatero.
No tienen prisa, pueden esperar dos años. Para Rajoy perder tiempo, es ganar tiempo; paradójicamente, para Zapatero, ir tirando, también es una solución porque toda su estrategia consiste es aguardar a que la recuperación de los países con los que comerciamos o en los que tenemos negocios arrastre a nuestra economía hasta sacarla del atolladero en el que se encuentra.
Confía, en suma, en que si dentro de dos años las cosas han mejorado también mejorarán sus ahora raquíticas expectativas electorales.
Por razones opuestas, a unos y a otros les conviene esperar, desdeñando un pacto para aunar fuerzas y salir del agujero.
Lo que no es tan seguro es que lo que conviene a las direcciones de los partidos políticos convenga, también, al resto de los españoles expuestos como estamos a los efectos abrasivos de una recesión que cada día provoca el despido de varios miles de trabajadores y el cierre de varias decenas de empresas.

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