Nuestra salud depende de muchos factores, pero citaría cuatro principales: la biología humana, la asistencia sanitaria, las condiciones económicas y sociales y el medioambiente. Muchas veces relacionamos la salud solo con la atención médica y no tenemos en cuenta lo decisivo que son nuestro estilo de vida y el entorno en que vivimos. La contaminación cada vez aumenta más y el calentamiento del planeta crece por la emisión de gases y el efecto invernadero causado por las actividades humanas. Los principales contaminantes de nuestro planeta son: el dióxido de carbono, el metano y el óxido de nitrógeno. Esto ha provocado que la temperatura de la Tierra sea 1,2 grados centígrados superior a la llegada de la industrialización y el aire contaminado supone el cuarto factor de riesgo para la mortalidad por detrás de la hipertensión arterial, el tabaco y una dieta poco saludable.
Los contaminantes atmosféricos pueden dañar cualquier órgano del cuerpo humano, pero son las enfermedades cardio-vasculares y las respiratorias las más habituales. Así, en los adultos se puede desarrollar asma, Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC) y cáncer de pulmón como enfermedades relacionadas con la contaminación atmosférica. La EPOC es la cuarta causa de mortalidad tanto en nuestro país como a nivel mundial y puede considerarse su causa, además de por el tabaco, por la contaminación ambiental. También se está estudiando que pueda existir una relación entre contaminación ambiental y una mejor transmisión de partículas de SARS-CoV2 a mayores distancias. Otras enfermedades asociadas a la contaminación del aire son las reumáticas, las neurodegenerativas, diabetes, impacto negativo en la fertilidad, en el embarazo (parto prematuro), así como efectos sobre recién nacidos y la infancia. En estos últimos, al ser exposiciones en edades tempranas de la vida y durante mucho tiempo, el daño resultará mayor en términos de esperanza de vida o una posible discapacidad. También influyen los contaminantes a nivel de la salud mental con el riesgo de padecer ansiedad, depresión y un deterioro intelectual en adultos.
Los efectos del cambio climático dan lugar a temperaturas más elevadas, sequías, tormentas e inundaciones, provocando lo que se conoce como la migración de refugiados climáticos, con el aumento de enfermedades infecciosas, o como hemos citado, enfermedades cardio-vasculares, respiratorias, mentales y alérgicas, e incluso con la aparición de desnutrición en países menos desarrollados y afectando a la población más vulnerable.
El cambio climático también tiene una gran influencia en los mosquitos que se están extendiendo y se van desplazando fuera de su hábitat natural a otras partes del mundo, dando lugar a enfermedades infecciosas y miles de muertes. O como las garrapatas transmisoras de la enfermedad de Lyme o la fiebre hemorrágica Crimea-Congo que son enfermedades ya endémicas en España, es decir aparecen habitualmente, y para las que solo nos queda la prevención para evitar su transmisión. Otro efecto del cambio climático también se ha observado en la calidad de los cereales como la avena. el trigo o el arroz que han demostrado una disminución en los niveles de proteínas, nutrientes y vitaminas.
La emergencia climática existe y va a cambiar la forma en la que vivimos y hasta como enfermamos. Tenemos que afrontar y tratar el cambio del clima para mejorar la salud del siglo XXI y por supuesto, encontrar soluciones para mejorar la calidad del aire, disminuir su contaminación a través de una energía limpia para reducir las emisiones atmosféricas, disminuir la mortalidad y la aparición de enfermedades. Será una buena manera de reducir el gasto sanitario, mejor y más saludable, que hacer recortes en una sanidad ya maltrecha y empobrecida.