José Rico Pavés tomará posesión como obispo de Asidonia-Jerez el próximo 31 de julio. Ayer participó en el programa Luz de Pasión, que se emite semanalmente en 7 TV.
Ha pasado ya una semana desde que se le anunció como obispo de Asidonia-Jerez. ¿Con qué se queda de lo vivido estos días?
–Me encuentro todavía respondiendo a mensajes y felicitaciones. Estoy gratamente sorprendido por tantas muestras de afecto de la gente con la que me voy a encontrar a partir de ahora. Más agridulce es la despedida de Getafe, porque se me está manifestando más aprecio y cariño que el que nunca podré agradecer.
El pasado miércoles reconocía seguir siendo un “aprendiz de obispo”, pero algo o mucho habrá aprendido ya en estos nueve años de vivencia en la Diócesis de Getafe...
–Quería expresar la necesidad que siento de estar siempre en disposición de aprender, y más aún en una situación como la que ahora afronto. La de Getafe es una diócesis joven nacida de población procedente de otros lugares de España e incluso de fuera, en algunos casos con mucha religiosidad y en otros con raíces que se habían perdido. Ahora voy a Jerez, que siendo también una diócesis joven tiene unas raíces y unas tradiciones religiosas muy fuertes. Si no estoy en actitud de aprender creo que seré incapaz de responder a lo que la Iglesia me pide.
¿Qué conoce de la Diócesis de Jerez? ¿Qué le han contado tanto su predecesor, monseñor Mazuelos, como el administrador diocesano, Federico Mantaras?
–Conozco a algunos sacerdotes, que fueron compañeros en mi etapa en el seminario porque la Diócesis de Jerez acababa de nacer y debían formarse fuera de ella y con quienes he mantenido un trato fluido. Asidonia-Jerez tiene un clero proporcionado que puede responder bien a su número de parroquias, aunque siempre nos gustaría contar con más sacerdotes. Sé también de la vitalidad de sus hermandades y cofradías, que enseguida se han puesto en contacto conmigo y que deben convertirse en uno de los puntos firmes en los que apoyarme. Conozco también algunas realidades de apostolado seglar, asociaciones de fieles... Es un lugar para mí nuevo, pero que no del todo desconocido.
¿Cómo van a ser estas semanas previas a su toma de posesión y cómo serán sus primeros meses al frente de la Diócesis?
–Estos días van a estar centrados en la celebración del 31 de julio, de la que estamos ya cuidando todos los detalles. Una liturgia bien cuidada nos resulta a todos atractiva. Luego me gustaría hablar con cada uno de los sacerdotes, uno a uno, si es posible trasladándome al lugar en el que desempeñan su ministerio, porque los sacerdotes son los más inmediatos colaboradores de su obispo y sin ellos no puedo dar un solo paso. A la vez me gustaría entrar en contacto con comunidades contemplativas, porque de su oración depende la vitalidad de la Iglesia.
Llega a una Diócesis con presencia de numerosas congregaciones religiosas, muchas de las cuales desempeñan además un papel muy importante en el ámbito educativo. ¿Qué les pide a esas congregaciones?
–La llegada de un obispo es para todos una oportunidad para volver a descubrir la belleza de la Iglesia y su misión. Les pido que no se fijen en mi nombre y apellido, sino en lo que supone de regalo tener a un sucesor de Pedro y de los apostoles. El ministerio apostólico tiene la misión de vitalizar la vida eclesial de la porción del pueblo de Dios que se le encomienda. A las personas consagradas les pido que aprovechen esta oportunidad de volver a los propios orígenes de sus congregaciones. Esta es la riqueza y paradoja de toda advocación, que volviendo a mirar al origen, que se encuentra en el pasado, se puede responder a las exigencias del presente, porque a veces el desgaste hace que quizá perdamos las raíces.
Es además un territorio en el que cobra especial relevancia la religiosidad popular. ¿Qué papel reserva a las hermandades?
–Las asociaciones de seglares tienen una tarea fundamental a la que no llegan nunca los sacerdotes, que es llevar el Evangelio a todos los rincones, a los ambientes de trabajo, a los lugares de descanso, al deporte... Ocupan un lugar especialísimo dentro de esta misión las hermandades y cofradías, que entiendo tienen la tarea de custodiar el cariño en la relación con el Señor. En Jerez y en Andalucía somos privilegiados, porque el amor que el Señor nos ofrece no solo provoca una reacción fría de obediencia o adhesión, sino que pone en juego lo mejor de nosotros, esto que llamamos sentimiento, corazón... A las hermandades les pido que sigan custodiando con esmero y cariño esta expresión de amor y afecto al Señor a través de la piedad popular y la dignidad de las celebraciones.
La religiosidad popular se expresa fundamentalmente en la calle. ¿Podremos disfrutar de una Semana Santa ‘normal’ en 2022?
–Vista la evolución de este año y medio tengo firme confianza, porque también hemos comprobado cómo en las iglesias se ha sido muy escrupuloso en el cumplimiento de la normativa. Estoy convencido de que todos los cofrades estarán dispuestos a cumplir las medidas que se impongan con tal de poder salir a la calle y expresar su fe. A lo mejor no tenemos las condiciones anteriores a la pandemia, pero yo confío en que serán mejores que las de estos dos últimos años. Si no de forma total y plena, pero progresivamente creciente creo que podremos recuperar esa presencia en la calle y vamos a trabajar por ello.
Viene de una de las ciudades más industrializadas de la Comunidad de Madrid y donde se contabilizan a día de hoy 12.500 parados a otra con casi 32.000 demandantes de empleo. ¿De qué modo condiciona esa realidad el papel de la Iglesia?
–Es el termómetro que nos recuerda si lo estamos haciendo bien. Podríamos proponer muchas obras de culto y devoción pero si eso no nos hace salir con mayor eficacia a socorrer a quien lo están pasando mal es que algo está fallando. Esa situación de paro nos recuerda que tenemos que tocar la carne de Cristo en quienes están sufriendo.
Un mensaje final para los diocesanos que esperan ya su llegada...
–Que cuento con la colaboración de todos, sacerdotes, consagrados y seglares, porque un obispo no puede cumplir su misión sin la ayuda de todos. Me incorporo a una familia que lleva años funcionando. Espero que me reciban con paciencia, porque esto requiere un tiempo, pero que tengan la seguridad de que me voy a gastar y desgastar en la tarea que la Iglesia me encomienda.