Es una pieza deliciosa que se ha escuchado mucho más durante este año conmemorativo del doscientos cincuenta aniversario del nacimiento de Beethoven. Como en Alemania se alargará doscientos cincuenta días, aún estamos a tiempo de deleitarnos repitiendo o bien redescubriendo la bagatela. En este punto nos confundimos, ya que el término indica algo de poca importancia, sin embargo la entrada referida a la composición musical alude a su brevedad, agilidad y escasa pretensión. El tiempo se ha encargado de rodearla de la grandeza del arte. La oímos por primera vez en el tocadiscos del colegio. Una vez a la semana las vueltas del vinilo llenaban la clase con las notas dulces de la pieza acariciando el oído, años antes de que apareciera en televisión El mundo de la música, concurso donde descubrimos que el término virtuoso también se encontraba en el arte. María Ángeles Morales y posteriormente el maestro García Asensio, el Roenotas y Fernando Argenta fueron poniendo nombres a obras musicales que de alguna manera salieron fragmentadas de las aulas, como Tristeza de Amor de Chopin, la tocata y fuga de Bach y la propia Para Elisa, piezas tarareadas durante la enseñanza primaria como si hubieran estado en la lista de éxitos del colegio.
La memoria nos devuelve la iniciativa de otro maestro. Resultó deliciosamente atrevido que Waldo de los Ríos versionara a los clásicos en los años setenta, un toque popular como recurso para que el público más reticente los reconociera con el mismo rigor, seriedad a interés de una audición musical. La guitarra eléctrica introduciendo la sinfonía 40 de Mozart o la batería percutiendo alegremente como el alma de los juguetes de la sinfonía del mismo nombre, abrieron la puerta a otro espacio sin salir de casa, desde donde todos cantamos el Himno a la alegría. Beethoven no faltó en su trabajo y tal vez sin proponérselo voló con él por todo el mundo.
El genio alemán ha estado presente en todos los virtuosos quizás como una piedra de toque a superar con éxito asegurado si lo lograban. Sin embargo, hubo quien le dio una vuelta al rizo, porque además de ejecutar con destreza parodió al maestro haciéndolo cruzar el río Kway. Fue Dudley Moore, pianista, actor y sobre todo cómico. El clip navega por el ciberespacio con más de un millón y medio de visitas. El blanco y negro de los años sesenta brilló especialmente cuando el actor se sentó al piano a interpretar el conocido tema silbante como si lo hubiera ejecutado el propio Beethoven intercalando algunas notas de Para Elisa. En cuatro minutos transmite cómo la pieza lo va envolviendo hasta el punto de tenerla que dejar por la fuerza. Esto solo puede hacerlo un genio. Véanla y le sacarán una sonrisa más al día.
Ánimo y mucha cautela.