El reciclaje supone un reto para la sociedad pero ahora será una obligación si queremos cumplir con las directivas europeas relacionadas con la economía circular, que implican nuevos fondos de la Unión Europea pero que establecen unos objetivos ambiciosos para el reciclado de los residuos municipales: el 55% para el año 2025 y el 65% que se deberá alcanzar en el año 2035, mientras se limita a un 10% para 2030 la eliminación en vertedero. Una de las primeras traducciones en la práctica es que a los contenedores amarillo, verde, azul y gris se le suma ahora el marrón pero ¿cómo puede pedir un ayuntamiento a un ciudadano que separe aún más y busque un hueco más en la cocina para depositar los restos orgánicos cuando la mayor parte de sus basuras terminan aún en el vertedero?
Es la basura del siglo XXI pero gestionada con una tecnología del siglo XX
El ciudadano recicla, sí, cada vez en más porcentaje, pero en la actualidad, en Sevilla, el 80% de lo que se deposita en el contenedor gris va al vertedero y sólo se gestiona correctamente lo recogido de forma selectiva, tanto por la ineficiencia de las plantas de tratamiento gestionadas por empresas privadas, como por la falta de implicación que, hasta el momento, han tenido ayuntamientos, diputaciones y entidades sin ánimo de lucro que operan en el sistema.
El informe elaborado por Rethinking y Greenpeace pone en evidencia que la ineficiencia del sistema actual de recogida de residuos cuesta a los ayuntamientos españoles casi 1.700 millones de euros al año, 143,5 millones si hablamos de la provincia de Sevilla, que además arroja al vertedero 15 millones de euros que podría percibir si recuperara de forma eficiente los residuos que llegan a las plantas. Según este informe, en Sevilla sólo se reciclan de forma eficiente los residuos que se depositan en los contenedores de recogida selectiva (un 11% del total de envases, un 17% de papel/cartón y un 40% del vidrio del total de residuos generados) y sólo un 20% de los que se llevan al contenedor gris.
La implantación progresiva del sistema de contenedores y la separación de residuos, el Sistema Integrado de Gestión de Residuos (SIG), ha llenado nuestras calles de depósitos específicos para determinados residuos (papel, cartón, plásticos…) pero se siguen enterrando en los vertederos buena parte de las basuras sin que se recuperen materias primas de las que somos deficitarios, contaminando aún más, pero haciendo creer al ciudadano que mientras más separe, más recicla, y eso que las plantas de tratamiento ni siquiera están preparadas para hacerlo.
Deficiencias de principio a fin
Las deficiencias en la gestión de los envases que se encuentran en la fracción resto, las del contenedor gris, evidencian “el fracaso del modelo de recogida selectiva actual que, además de ineficiente, es muy costoso para la ciudadanía. Los envases ligeros y de papel-cartón (ambos gestionados por Ecoembes) o de vidrio (gestionados por Ecovidrio) contenidos en el cubo gris, no sólo presentan una mayor dificultad para su recuperación, sino que ocasionan unos enormes costes, que al no ser reconocidos como propios por Ecoembes y Ecovidrio, terminan siendo asumidos y pagados por las entidades locales”, asegura el informe.
Francisco Peula, de Rethinking, asegura que el primer problema se plantea con la propia configuración del sistema de recogida de residuos, que se ha realizado sin contar con la participación ciudadana, al que ni se le ha preguntado dónde poner el contenedor, si la boca de éste debe ser ancha o no, o si debe tener pedales, detalles que se han ido solventando con las quejas de los propios vecinos.
La segunda cuestión es la idea implantada de que, cuando se saca la basura, es ya responsabilidad del ayuntamiento que se retire, que se limpie o que se lleve a una planta adecuada, sin premiar al que lo hace bien ni penalizar al que lo hace mal.
“Hay que profundizar en la prerrecogida, si se quiere imponer por ley, hay que premiar al que lo hace bien y penalizar al que lo hace mal”, reflexiona, recordando que en Europa está generalizada la recogida por bloques o casas, huyendo del anonimato del sistema español, que permite que cualquiera pueda depositar cualquier residuo en cualquier contenedor y a cualquier hora.
Nueva Ley de Residuos
La tercera cuestión, y no menos importante, es el tratamiento de los residuos. Entidades sin ánimo de lucro como Ecoembes y Ecovidrio, sólo gestionan aquello que se encuentra en los contenedores amarillo, azul y verde de recogida selectiva y a pesar de sus memorias anuales, no existe una fiscalización clara de su actuación, y los datos se contradicen con los que ofrecen asociaciones ecologistas o ONG independientes, que reducen sus cifras significativamente.
Además, las dos entidades están exoneradas de cualquier responsabilidad sobre aquello que se deposite en otros contenedores o se produzca fuera del sistema. Según el anteproyecto de Ley de Residuos, actualmente en trámite parlamentario, Ecoembes y Ecovidrio deberían hacerse cargo de la totalidad de los costes de la gestión de residuos de envases, independientemente del contenedor donde se recojan.
Además se plantean otras alternativas al sistema actual, como mantener sólo cuatro contenedores pero cambiar el modelo de recogida de residuos, separando entre húmedo-seco, como actualmente aplica Córdoba, o incluir el sistema de devolución retorno de envases (SDDR), por el que acaba de apostar Barcelona.
Pero además, las plantas de tratamiento están obsoletas o se han ido adaptando deficitariamente a las exigencias legislativas: “Es la basura del siglo XXI pero gestionada con una tecnología del siglo XX”, apunta Peula con respecto a la mayor planta de Sevilla, la Montemarta-Cónica que gestiona Aborgase y que asume, por ejemplo, el 70% de las basuras de toda la provincia, la capital incluida.